José Canalejas y Marcelino Menéndez Pelayo nacieron a orillas del Cantábrico, en el seno de respectivas familias influyentes. Hasta 1878, ambos eran políticos y filólogos en potencia; ambos eran inteligentes, ambos eran acreditados, ambos eran ambiciosos. Acaso fue necesario que aquellas vidas paralelas convergieran; en aquél señalado año, ambos compitieron por cierta cátedra de literatura. Quizá más poderoso, Menéndez Pelayo ganó la oposición y se convirtió en un importante filólogo; José Canalejas la perdió y se convirtió en un importante político. La vida posterior de cada uno es una ucronía para el otro, un "lo que pudo haber sido". Ambos murieron el mismo año, como si para Dios, en efecto, fueran la misma persona.
viernes, 26 de diciembre de 2014
jueves, 23 de octubre de 2014
Lucio Sicinio Dentato
No hay lápida más impasible ni epitafio más imborrable que un clásico. Esta conclusión, nada novedosa, se me ha descubierto hojeando una nueva edición de una de las enciclopedias más antiguas: Las Noches Áticas, que Aulo Gelio elaboró, presupuestamente, durante mil y una noches insomnes. Santiago López Moreda anuncia en el prólogo que una lectura superficial de todos los autores mentados por Gelio ocuparía una larga vida de poco más que lectura. El estudio de tantos otros personajes iletrados, como esposas, prostitutas o guerreros, resultaría definitivamente excesivo.
Uno de tantos guerreros fue Lucio Sicinio Dentato. Valerio Máximo, otro polímata todavía anterior, lo llamó Siccio; ambos, Gelio y Máximo, a los que se suma Varrón, coinciden en la enumeración de sus honores. Copio literalmente de la edición de Moreda: "Sobre Lucio Sicinio Dentato, que fue tribuno de la plebe en el consulado de Espurio Tarpeyo y Aulo Alterio, cuentan los libros de los anales que fue un excelente guerrero, más allá de lo creíble, y que por su enorme fortaleza recibió el sobrenombre de Aquiles Romano. Se dice que combatió contra el enemigo en ciento veinte batallas, que no recibió ninguna herida en la espalda, pero sí cuarenta y cinco de frente, fue galardonado con ocho coronas de oro y una de asedio, tres murales, catorce cívicas, ochenta y tres collares, más de ciento sesenta brazaletes, doce lanzas; también recibió el premio de veinticinco arneses de caballo. Obtuvo cuantiosos despojos militares, entre ellos, la mayor parte fruto de combates singulares. Celebró el triunfo en nueve ocasiones con sus generales." Apunta Moreda en una nota al pie que tantos honores "serían excesivos para una legión entera". Sin juzgarlo legendario, es numéricamente comparable a Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, que suman tantos goles como un equipo entero en puestos de descenso. Imaginar un mundo absolutamente ignorante de las dos actuales estrellas mundiales resulta, ilusamente, inconcebible. Acaso también lo fuera para los admiradores de Sicinio, todavía más olvidados que él. No es impensable que su tumba, acaso contemporánea a la de Sócrates, se perdiera muchos años antes de las mil y una noches de insomnio en que Aulio Gelio compuso su enciclopedia. Y a pesar de tanto, no sin los inconvenientes de la ignorancia, dos mil quinientos años después de su muerte Lucio Sicinio Dentato, también llamado Siccio, que combatió en ciento veinte batallas, recibió cuarenta y cinco heridas de frente, fue galardonado con ocho coronas de oro y una de asedio, tres murales, catorce cívicas; ochenta y tres collares, más de ciento sesenta brazaletes y doce lanzas; es recordado en un libro olvidado en una biblioteca vacía de una universidad periférica. Ojalá pudiéramos evocar aunque sólo fuera su altura.
sábado, 23 de agosto de 2014
Antes del amanecer
Caía la noche cuando Ben Arual y los seis fugitivos entraron en el bosque de amapolas. En aquél lugar somnífero, de tierra granulosa y Luna oscura, fueron, naturalmente, adormecidos por los olores. Olvidaron por qué estaban allí y hasta quiénes eran. Tras capturarlos, una sombra ignorada los apresó entre las paredes infranqueables de la cárcel del Este, en celdas particulares donde el suelo era de plumas y donde un reloj marcaba siempre las cinco y cuarenta y tres. Gracias a sus poderes oníricos, Ben Arual escapó de la prisión pasados dos días de noche infinita. Inconsciente, caminó hacia el oeste bajo la sombra profunda de la cara oscura de la Luna. En algún momento halló un río de aguas etéreas cuyo curso siguió satisfecho; pasado un tiempo inexacto, tuvo sed y se arrodilló frente al río. Al sumergir sus manos en él, el agua etérea, de un frío celeste, le abrasó la piel . Desesperanzado, imaginó su rostro ajado en la cuenca de un oasis marchito y supo que no podía amanecer hasta salvar a los seis fugitivos. La leyenda supone que volvió y que triunfó. Un hecho resulta indudable: cuando el último de los seis fugitivos desapareció por encima de las paredes infranqueables, vio de reojo el rostro flamígero del demonio y recordó otro sueño; otra noche. Todavía no había amanecido cuando le confesó a su atribulado padre, Ben Oetam, que no podía huir; tampoco, cuando se subió a un coche con cinco perros para no volver y apagar las llamas del demonio con agua y arena.
jueves, 14 de agosto de 2014
Leteos verdes
Diez años después, cuando regresó, al contrario que a
cualquier histórico vecino sedentario, le pareció que todo, aquella fortaleza
tardía, aquellas casas de cal y aquella rambla donde calló hacía años, había
encogido. La brisa devolvió las primeras hojas muertas del otoño y supo, aunque
más tarde lo olvidaría, que ese no era su pueblo y que jamás volvería a verlo.
Todo lo demás fueron reencuentros familiares, avituallamientos de nostalgias,
remanentes de amistades. Vio, como siempre, las bandadas de vencejos levantar
el vuelo en los olivos y percibió, extraño, que nunca se había ido. Bebió del
caño frío, comió de la res tibia. Ignoró casi todo, incluso la estampa
imborrable que, medio siglo después, quedaría impresa en la memoria de su primer
nieto; el valle pardo, el Sol poniente, las casas de cal, la fortaleza tardía.
Recordó, clandestino, la mano húmeda y prohibida de aquella niña olvidada; la
primera tarde en que su amor sometió a su timidez inamovible. Luego, despedidas
circunstanciales, partidas apresuradas, leteos.
miércoles, 13 de agosto de 2014
PRINCESA
Su nombre fue Princesa, acaso por ser la primera;
quizá, para serla; probablemente, por su nave mosaica, su origen oceánico, sus
ojos de África. Ignorante, errática y casual, fue salvada de las aguas junto
con otros 899 niños, de los cuales era y siempre será princesa. Sólo ella puede
saber los fenómenos meteorológicos, marítimos y biológicos que la envolvieron
durante el tiempo que vagó a la deriva de un mar confuso y de designios inescrutables.
Qué clase de seres marinos la observaron, cuántos barcos la ignoraron en la
distancia, cuántas pateras atestadas de hermanos sucumbieron a los arrebatos de
la mar terrible. Una madre la vio partir y se partió. Los medios nunca conocieron
su nombre. Clamó a la mar y al cielo y al dios que fuera mientras la vio,
intermitente, en el vaivén del oleaje, hasta que sólo fue una mancha incierta,
un punto, nada. Fue entonces cuando supo, por el Sol en sus brazos y la arena bajo
sus dedos, que viviría; y aún confiaba en ello cuando, mucho tiempo después, sintió
el olor a cera fría de la muerte. Su recuerdo en la niña que vivió fue
fantástico, onírico, nocturno. Adoleció anhelos inciertos y se vengó durante
años de unos padres vitales que amaron su inocencia original, su desgracia
ingénita y su gracia de amorcillo de bronce que emocionó a un país el par de
días que la recordó. Una ilimitada niebla de incertidumbres oculta su vida más
allá de aquellos años. Probó, luchó, cayó, quemó, viajó, amó, odió, lloró, descubrió.
Volvió. Perdonó. Perdió. Sólo unas pocas de las vidas posibles permiten que
conozcamos la verdadera historia. Probablemente, será ignorada, olvidada.
sábado, 2 de agosto de 2014
Ojos de búho
Hoy recuerdo la mirada, displicente y sobrecogedora, de un búho real bajo un tenderete de la más vieja Santa Pola, frente al fuerte ignorado. Sus ojos, ámbar o limón, me encantaron durante unos minutos inciertos y únicamente la Luna menguante pudo salvarme de la hipnosis; Luna y búho confabularon la pintura de aquella noche perdida que ha regresado, traída por la curiosidad de los colores y de las aves posibles de Ontinyent. Entonces yo no pensaba en The White Album, que hoy acompaña, anacrónico y casi adictivo, el recuerdo de aquella noche.
viernes, 1 de agosto de 2014
pelos de vaso
El significado personal de tres pelos, posiblemente felinos, en el exterior de un vaso de flojo ruso blanco que se acaba, es el de la vida. También resuena Wrong, Fragile Tension, Little Soul; banda sonora casual de una semana de descubrimientos, de retornos, de encuentros, de historia. Escucharía el teclado sintético de Depeche Mode ilimitadamente, pero un extraño reclamo de cervezas y risa, de vida, se adhiere al sofoco veraniego para salir a la brisa, tan muerta en este patio proletario donde lo único que corre son las hormigas y la señorita de los pelos de mi vaso de ruso blanco.
domingo, 4 de mayo de 2014
Echoes
El reflejo de un Espronceda, un Íñigo de Balboa, un castellano, un andaluz, un aragonés, cualquiera; pero hispano. El eco, recuerdo de una Nápoles incierta, de dos amigos, de un perro muerto, de una embarazada muerta, Pompeya, de Pink Floyd; Echoes. Un curtido acomplejado que señala la grasa como flema malhumarada. Tímido, frío, incierto; retorno. Noche...
viernes, 21 de marzo de 2014
Paranoid
Mientras caminaba, miraba; poemas como frutos, mayoría de Miguel Hernández y una catalana que ignoro; banderas nacionales, aunadas por una de estrellas sobre fondo azul. Buscaba una estadística y un sentido. Una mirada me atravesó y sustrajo de tales cavilaciones. Juraría que su autor, un ser difuminado, habló castellano hasta mi respuesta; entonces se recogió a una lengua extraña, la cual paréceme danés, árabe, albano. A saber qué intrigas urdía contra mi casual, efímera e imaginaria persona; qué ficciones se deslizan entre mis dedos como arena entre las palmas del Niño...
miércoles, 5 de marzo de 2014
Nervios
Ver, oír, en: https://www.youtube.com/watch?v=v7UM-lf83xc , de donde me lo regalaron. Ver, oír, cuanto se guste.
A qué atenerse, cómo tenerse, cuando no hay Cielo, ni Infierno, ni Centro; cuando te crees y lo crees determinado y un principio contrario, acaso una vana esperanza, obnubila de duda. No sé cuándo empezó esto, esta noche no; esta Noche. "Ésta". Pero intuyo, quizá recuerdo, que dura, y es dura. La música, quizá; el arte de Gasset; la pintura, las nubes, las visiones... Sí, las sensaciones, la vida; de nuevo el viejo Dios... Gracias, guitarra que me amansas, amiga; amigo...
lunes, 17 de febrero de 2014
Déjà entendu
Fin. Apenas había cerrado el libro, todavía maravillado por el nombre, cuando interfirió, desde el otro extremo del pasillo, la voz de mi padre, el chasquido de la puerta, el silencio del resto, la imaginación. Ya no recuerdo lo que decía, a pesar de haberlo oído, fantásticamente, dos veces. Devolví el libro a su anaquel, donde rescaté otro que, hacía tal vez un año, había dejado inacabado; una monografía acerca del origen del cristianismo. Leía, de nuevo, su primera página cuando escuché la voz de mi padre, el chasquido, aquella expectación, el mismo mensaje que he olvidado. Fue, técnicamente, un déjà vu. La rareza, sin embargo, fue recordar cuándo había visto (oído) lo que volvía a ver (oír); no sé: tres, cuatro, siete; minutos antes.
Revisión
No sería tan grave terminar clausurado en esta habitación de este entresuelo de este edificio de cuatro plantas de esta vieja calle de este pueblo alejado de la polla del mundo. Hay muchos libros; muchos, no los he leído. Podría releerlos; revisarlos. Olerlos, escucharlos, tocarlos. Comenzar por el final y finalizar por el comienzo; pronunciar sólo las palabras pares, o las impares; leer del revés. El decurso podría hundirme en una fosa infinita, de gigantes y mandrinos; pero dudo de una eternidad (si tiene que haberla...) más plácida que esta. En esta calle. Con esta gente. Contigo.
miércoles, 12 de febrero de 2014
Matrioska
Estoy en una nebulosa de notas, letras e imágenes. Entre tanto, una perla ignorada brilla, al fondo. Su concha: un manual de arte; su gracia, ser un libro de un libro de un libro. Dicho manual, que es el primero de dichos libros, es el segundo volumen de una colección de arte llamada, con doble redundancia, Art Multivolume. El libro contenido, que es el siguiente en la cadena de tres antedicha, es el de Kells, un evangelario escoto-irlandés del siglo IX; el libro contenido, que es el último, La Biblia, presupuesta, dado su carácter, en el anterior. Redunda decir que la maravilla es abrir un libro que muestre otro que ilustre a otro. La fantasía retorna y se expande al concebir que éste último verse sobre un relato oral; un recuerdo interferido y subjetivo; u otro escrito precedente; y se retuerce al imaginar que, en cualquier caso, fuera una alegoría; historia de otra historia...
domingo, 9 de febrero de 2014
nota
Pretendía componer un haiku, o un tanka, después de tanto. Pero algo tan bello, para algo tan hediondo, es degenerar. Sólo quiero denunciar las luces de epilepsia; el atropello maquillado, como la reincidencia de una carraca pintada; la compresión de la humanidad en sus replicantes altaneros, lujuriosos, horteras. Un garito psicodélico, enrojecido como un prostíbulo, acompasado por tus sesenta, animó a mi decadente pensamiento y valió la noche. También, conversaciones, destellos, algo.
miércoles, 5 de febrero de 2014
Fantasías
Hace más de un año, alguien vendió, donó o almacenó una edición de Planeta de 1986 de una traducción de Luis Gil de 1963 de El Banquete. Hace menos, pero, todavía, más de un año, compré ese libro. Su inmediata lectura resulta, hoy, intrascendente. Un año después, la necesidad de leer el fragmento de Diotima sirve como excusa para recorrer sus páginas, espero (en vano), con algo más de notoriedad. Al llegar a la página 42, Sócrates comienza el relato de Diotima; en la 43, su esquina superior está doblada. Alguien, hace más de un año, marcó el fragmento que yo esperaba hasta hace unos minutos; acaso también lo buscaba; acaso, y aquí se desata la fantasía nocturna y borgiana de mis reincidentes soledades, esa búsqueda, y la mía, fuera el reflejo enésimo de otras desde su generación de 1986. La identidad de esos suplentes, de esos caminantes de libros, se ignora; como ignoraría, y ha de ignorar, mi sucesor en la cadena, sueño, imparable, de búsquedas y encuentros; de muerte y resurrección de la difusa Diotima; mi nombre, que aún dudo, sobre todos, yo, cuál es.
miércoles, 29 de enero de 2014
Aire
Resuena Air. Moon Safari. Escucho ése disco desde hace semanas, sin cansarme. Su melodía suave y su ritmo templado mecen mi alma como las olas de un río; sus vibraciones, como el cuerno de un tren en Girona. No lo noto; como el tren, pasa dentro, debajo; in-somnio. Quizá ahí resida su gracia. La mía.
viernes, 24 de enero de 2014
Pasaje
He decidido leer los libros ignorados de mi estantería. Me resisto a llamarla biblioteca, a pesar de la presión de la influencia de cierto erudito. Me resisto a la erudición, como actitud; sospecho vanidad, egolatría, bajo ella. Por supuesto, me resisto a mí mismo; cierto erudito, me refiero a aquél, no pudo ser arrogante. También me resisto a creerlo. Como todas mis decisiones, quizá como las de muchos, puede que pierda vigor en unos días; acaso tras descubrir un pasillo nuevo en la biblioteca, si a ésa se le puede llamar así; acaso, cuando llueva un nuevo nombre. Hasta entonces, y a partir de entonces, me dejaré abrir, me dejaré salir; entrar; crecer...
Cuánta, cuánta pretensión...
Cuánta, cuánta pretensión...
lunes, 20 de enero de 2014
El agua de Rosetta
Además de otros episodios que no recuerdo, anoche soñé que paseaba por una calle, a la izquierda terrazas de heladerías, restaurantes o cafeterías, repletas de gente, un tumulto del que sobresalía un guiri de pie, debatiendo en su lengua con los de enfrente, y esa lengua resonando por todas partes, en escenas perdidas como reflejos marinos. Sonaba perfecta, coherente, no el barbarbar/blablabla de los ignorantes que pretendemos imitar una lengua que no entendemos. Aquella era una lengua con aparente sentido, como si en mi cabeza, además del español, el valenciano y un poco del inglés, se hubiera grabado otro idioma, acaso el esloveno, acaso el estonio, acaso... ¡el gaélico!
No sé qué decían esas personas, o esas sombras de personas. Me fascina y me entristece saber que soñé una conversación lógica en una lengua ignorada y que esa conversación, y la posibilidad de reconocer ésa lengua y de entender la conversación misma, se haya perdido.
Lo real maravilloso
En el pantanoso cuarto donde habito existe una biblioteca con cientos de libros. Tamaña colección, negligentemente, no contiene todos los libros de la habitación; se sabe que hay dos volúmenes ocultos en puntos insospechados del recinto. Se ignora si el número es mayor; se ignora, también, el nombre de cada libro, siendo potencialmente cualquiera (incluso alguno de los títulos de la biblioteca). La inferencia es que ese par de volúmenes es, potencialmente, todos los textos literarios existentes, que incluyen los desaparecidos (en potencia reencontrados), los que están en gestación (en potencia, tomados sus bosquejos por la autora del equívoco) y los que aparecerán (en potencia inminentes). Lógicamente, mi dormitorio es una biblioteca infinita de dos apartamentos: uno físico, con un número determinado de libros desordenados en lejas y anaqueles; y otro virtual, con todos los libros del espacio-tiempo envueltos en papel anaranjado. Sólo ella puede resolver la aporía; sólo ella sabe los nombres. Mientras espero a desvelarlos, desvelado, sueño que alguno es el extinto segundo Libro de la Poética de Aristóteles, las páginas muertas de 2666 o la vetusta versión italiana de Seis personajes en busca de autor.
15 de enero de 2014
martes, 7 de enero de 2014
El túnel
En línea. Extraído de: https://www.youtube.com/watch?v=z1k1s9n16fs
viernes, 3 de enero de 2014
La Biblioteca de Babel
Hay un armario en el segundo puerta uno del número 67 de la calle Cortázar que contiene una biblioteca infinita. Cada dos o tres meses lo abro por sus medianas hojas de madera y siempre descubro nuevos nombres; títulos y autores que no habían estado ahí en ninguna de las anteriores ocasiones y que, además, resultan oportunos, pues están relacionados con mis pensamientos o actividades. A pesar de que cada dos o tres meses me lleve dos o tres libros, el armario siempre está igual: medio lleno. Mis abuelos, que moran en la susodicha vivienda, no han abierto ése armario, desde que se mudaron, más que para limpiar el polvo que descansa sobre los dorsos y las tapas, a los que oculta de un leve, inolvidable, velo; y los demás, primos, tíos, padres y hermanos que transitan por delante de él, apenas saben que existe. Es una maravilla superviviente, infiltrada por las juntas de la gran torre de ordenador, y no quiero que la dinámica de éste, fría y decepcionante, desvele su borgiano misterio de Biblioteca de Babel. Hoy, que es (y fue) cualquier día cada dos o tres meses, me ha regalado Cantos de Vida y Esperanza y una novela de Theóphile Gautier, que tengo aquí delante, latiendo.
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