lunes, 20 de enero de 2014

Lo real maravilloso

En el pantanoso cuarto donde habito existe una biblioteca con cientos de libros. Tamaña colección, negligentemente, no contiene todos los libros de la habitación; se sabe que hay dos volúmenes ocultos en puntos insospechados del recinto. Se ignora si el número es mayor; se ignora, también, el nombre de cada libro, siendo potencialmente cualquiera (incluso alguno de los títulos de la biblioteca). La inferencia es que ese par de volúmenes es, potencialmente, todos los textos literarios existentes, que incluyen los desaparecidos (en potencia reencontrados), los que están en gestación (en potencia, tomados sus bosquejos por la autora del equívoco) y los que aparecerán (en potencia inminentes). Lógicamente, mi dormitorio es una biblioteca infinita de dos apartamentos: uno físico, con un número determinado de libros desordenados en lejas y anaqueles; y otro virtual, con todos los libros del espacio-tiempo envueltos en papel anaranjado. Sólo ella puede resolver la aporía; sólo ella sabe los nombres. Mientras espero a desvelarlos, desvelado, sueño que alguno es el extinto segundo Libro de la Poética de Aristóteles, las páginas muertas de 2666 o la vetusta versión italiana de Seis personajes en busca de autor.

15 de enero de 2014

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