domingo, 16 de diciembre de 2012

Metamorfosis

El espacio a priori indefinido que hay entre dos puntos concretos parece tan incierto como indefinido. Se comporta, podríamos decir, como la adolescencia en la vida humana, o como lo silencios en una partitura; una suerte de estados transitorios, de no-seres inquietos, que alienan y confunden a los pacientes atolondrados. Me preguntaba por primera vez en este cenagal intermedio si acaso pudieran dar algún tipo de fruto, o fueran de lo contrario estériles, como podría extraerse de la experiencia. Quizá la respuesta resida en la misma pregunta, pero si es así todo extrañamiento incómodo en esta niebla desorientadora ha sido poco menos que un atisbo de algo. Todo sigue muy turbio, pero quizá la prueba de aquéllo sea ésta consideración de su posible fertilidad, y la misma búsqueda de indicios. Y, al fin y al cabo, es del fondo de estos remolinos de estados y definiciones, donde no hay estado fijo ni definición alguna, de donde brotan, como diamantes de un lodazal, los sólidos estados de conciencia. Y si resultara que no, que se fluya, que se expanda, que caigan las murallas, que se vuelen las banderas. Esta vida está para vivirla.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Dafne Azahara

Un cigarro, y su evadirse sinuoso en la noche de un eclipse; un atisbo difuso de puentes etéreos; el eco aún dulce de la canción de un ruiseñor; la Luna llena en lo profundo de dos lagos; una ruta ciega al mar; aroma en los pétalos de un azahar distante. 
El reflejo de un rostro en las aguas inquietas del olvido. Una efigie sin mesura. Un nombre. Eso es.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nubes de Levante

Dalí, 'Mi esposa desnuda'. Extraído de: http://www.epdlp.com/fotos/dali5.jpg

Me vi por un instante recorriendo el tramo que precede al confín verde, frío, susurrante, de mi Escocia, a la zaga de una sombra efímera casual, perecedera, y desatado de cualquier cadena erótica; idílico sueño, acaso premonitorio, de un estado libre, volátil, enjundioso; solitario. 
La atracción ineluctable de dejar de ser en uno para ser Ella y en Ella me ha devuelto, cerrando de nuevo el círculo, a girarme sobre la cuerda de funambulista que me sostiene. O acaso debido al vértigo existencial de verme sobre el inmenso, infinito, aniquilador, anonadador abismo del ser supuesto. Qué más da. Lo que importa es a dónde se la llevaba aquella lombriz urbana, y quién era ella. Sin velos, sin perfumes, sin ensoñaciones.

viernes, 30 de noviembre de 2012

"Meu amor marinheiro"

Carminho, Meu amor marinheiro. Vídeo extraído de: http://www.youtube.com/watch?v=uez3xGXj7go

Se hundirían, en desuso, bajo el frío lodo del olvido. Pero algo se aferra a mí, dentro y fuera, y retorna en forma de acendradas confesiones y amores tan fugaces que duelen de hermosura. Quién fuera a decirme, ni mi mente desbocada galopando por etéreos prados de noches oníricas, que meu amor sería un amor marinheiro, de paso por el puerto bajo el eco reluciente de una estrella agónica. Y a más que a trote atisbo a un lado y otro veredas albinas que llevan a sueños; visiones de risa, amor y machina, de Baco y de Febo, donde meu amor marinheiro navega eterno por la infinitud de sí mismo en esos ojos valencianos. Como la cata de un Oporto cualquiera, dulce, efímero, insuficiente, irrepetible.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

En el túnel.

Vino. Qué momentos. Parece que se valga más del olfato para dársenos que del paladar, socavado, viciado. Y eso que, pienso, tengo uno de esos olfatos inválidos que se repartieron el día en que nací. Debe de ser especial. Acaso vago, o esteta, o todo a la vez.
Dejo la copa sobre la mesa y ya no trato que sea en ese silencio imposible para las vajillas. Repentinamente, la miro un instante, absorto en verdad en no sé qué desvíos, sin fijarme, apenas percibiendo el brillo turquesa de sus ojos, el resplandor platino de su pelo. Más allá de las columnas que sostienen la terraza bajo la que estamos sentados pasa una madre, delgada, con el cabello castaño brillante recogido en una coleta limpia, como un pincel, y se agacha, turbada por un pensamiento distante, sobre el niño que se desliza bajo el cinturón del carricoche. Hasta eso es hermoso, caray, pienso. ¿Has visto la película que te... "dejé"?, acierta a decir ella en esa media lengua que adoptan provisionalmente los extranjeros hasta que, inevitablemente, aprenden nuestro idioma, el de verdad, el semántico y no esa montera fonética que sirve poco más que como pasaporte cultural. No. Estoy parco, distante. Estoy fuera. En seguida me doy cuenta y vuelvo a la mesa, a la terraza, al humo de su cigarro, y me incorporo en la silla de mimbre. Pensaba verla esta noche, es que he tenido mucho trabajo y no he tenido tiempo. Pero quiero verla, me llama mucho la atención, enarbolo rápidamente. Es una contestación evasiva, formal, de trámite; dice y no dice. De pronto su rostro se turba y percibo de inmediato la frustrante confusión de no poder entender lo que te están diciendo. Que he tenido trabajo. La veré hoy, esta noche. Me... "interesa". Ahora todo está claro. Su boca se abre, y sus ojos, que parecen querer tragarlo todo, hundirlo en su azul, quizá ahogarlo dentro y hacerlo así suyo para siempre. No puedo evitar reírme, pero de encanto, del suyo, del que me retiene sentado aunque un demonio de los de dentro me impele a que me levante y camine, o que busque, o vete a saber qué. Qué hermoso es todo, caray. ¿Hay en tu país iglesias como esta?.

lunes, 22 de octubre de 2012

La cuerda del Edén


El anillo refulgía sueños desde el otro lado del cristal y, cuando lo tuve sobre mis nudillos, me sumió en un estado fragante, excelso, óptimo, claro, abierto. Entonces, entre tanto resplandor, ignoré que pudiera ser tan delicado como un castillo de arena. Ahora es el mismo anillo pero, respecto a sí mismo en pretérito, es inicuo. La fría brisa de la duda ha cubierto su esplendor con el opaco manto de la costumbre, y el brillo llega débil y en retazos.
Era la eternidad en el paraíso y tuve la pesadilla de una sombra en la distancia. El mal sueño franqueó los muros de la mente hasta ser, y fue un gato negro que avanzaba distraído, elegante, contra mí. Cuando me percibió y conmigo la decisión de mis pasos, se hizo a un lado y prosiguió su marcha. Y yo me supe funambulesco entre los polos, equilibrista entre lo visto y lo imaginado, entre lo vivido y lo soñado.
Y proseguí mi sempiterna marcha por el paraíso.

viernes, 29 de junio de 2012

Necrológica, sostengo.

Si el océano fuera mensurable, si cupiese en una crónica la eternidad, habría rodado un mes el reloj de arena que lanzamos aquella tarde de primavera lombarda.
Tres éramos, casuales pero generalizantes en una trinidad tan azarosa como análoga de la omnipresencia divina, epígonos del infinito tres. Soñábamos que éramos y que nada más había, acaso vislumbrando. Tras una niebla inextricable yacían, en la eternidad de lo pretérito, las razones y azares precedentes de aquel instante. Habíamos llegado a aquel punto del universo (ilocalizable realmente aunque con mucho de alpino en el prejuicio) sin saber cómo y como si lo hubiéramos sabido.
Bajo nuestros pies latía tenue la Tierra. La magmática sangre de la madre apenas llegaba a aquella dorsal, no obstante la vida era frecuente, y no obstante Dios lloraba. Abajo, en lo profundo de la superficie, donde se siente, donde se vive, en el Limbo liminal de vida y muerte, de vida y sueño, del pasivo y el activo... Porque no vivimos ni en la estela que deja el vuelo de un gorrión ni la ilusión que fabrica el corazón, dentro; vivimos en la piel; abajo, en el fondo del valle, un lago de lágrimas de un Dios veleidoso, de un Dios mudante. Yo arranqué con las uñas de mi felicidad un puñado de arena del granito que nos soportaba, y se perdió entre mis dedos húmeda de mis lágrimas.
Uno de esos granos de arena sería yo, retornando a aquel instante en otro, cayendo ladera abajo, chocando contra el vidrio, húmedo.

Un instante, aunque perdido en el océano de los recuerdos muertos, fue en su momento. Y en él, un rostro eterno en algún lugar ha muerto por dos veces. No se llora por la muerte. Se llora por el olvido.
Ha muerto un rostro.

miércoles, 20 de junio de 2012

Moneda al aire

Los elefantes, Salvador Dalí. Extraído de:  http://tierradesinnombres.files.wordpress.com/2011/06/dali-art-salvador-dali-459218_1024_768.jpg

Péndulo de un zepelín acelerando, el reloj de arena da vueltas y la noche, hora corta, hora larga, se hace día. El sueño, el sinónimo de cansancio, inmoviliza el cuerpo como un ancla sin que desde la cofa se haya avistado tierra. Desde lo profundo, ineluctable, el surrealismo brota con vehemencia y alimenta la falla limen con el ego.
Hay un espejo en frente. Está empañado. Dionisos y Apolo, como el Sol y la Luna, pasan la mano sobre él, desvelando, decubriendo, creando...

viernes, 8 de junio de 2012

Destellos en el horizonte penetrado


Ready to start, Arcade Fire. Vídeo extraído de: http://www.youtube.com/watch?v=9oI27uSzxNQ

Se han perdido con los vientos. Antaño fue, y valió, pero el carozo de un fruto no alimenta. De los escombros resultantes de la conflucencia inextricable de la vida brotan tallos de hoja perenne, imperecederos, que serán los cimientos naturales de un nuevo amanecer. Quizá del verdadero. O del primero. Ahora lo veo, acaso ciego, en el relucir de un horizonte evocado. Y en el muelle bajo mis pies el mascarón de proa de una carabela vacía me dice con su canto que suba. Que zarpe.
Acaso el fin del ocaso. El salto de la noche. La inminencia.

martes, 5 de junio de 2012

Colateral. Requiem por los años muertos.

Te asomabas de nuevo, entre el visillo nebuloso que cerró tu espalda hace ya tanto. Volviste, creo que con otro rostro, a ese reclamo en sonrisas de los ojos, en contoneos de cadera, en siseos de los brazos. Pero ahora, si tu faz es nueva y renovado tu poder, mis muros están abajo y te doy la bienvenida. Pasa, siéntate a mi vera, cuéntame dónde has estado, o mejor, no lo hagas, no me hables, sé. Aquí conmigo, a pesar de lo que dicen las fotos, casi me siento mejor. Me noto más yo, más entero, más completo. Ya no faltan, si alguna vez lo hiceron, las pútridas raíces de mi tronco que al suelo me fijan cuando estais aquí, ni el haz de luz que penetra en el universo por la herida abierta de esa puerta.
No más guerras.
Sed, como veais, como os dé, lo que os toque. Ahora me toca a mí revertir los ojos y llegar al fondo, allá abajo, en el tiempo perdido, y ser al fin.

domingo, 6 de mayo de 2012

Lentes de fuego...

El timbre sonó como un pregón que anunciara el cruce con un espejo inocente, aunque yo no lo noté. Con toda la displicencia que cabe en el alma me levanté y calcé con la hermosa pero incómoda prenda de la cortesía. Ante la ineluctable fuerza de la causa y el efecto, acabé encadenado en una silla oxidada del centro del gallinero, donde un consejo de leones emplumados decidió tácitamente que era el rival más débil. Más allá del impostado canto vi cómo la empatía salía disparada de las bocas, de los aleteos, hacia el cielo, lejos de mí, y recordé que el altruismo quizá fuera palabra de Dios en la noche en que lo soñamos.
Existente o no el destino, la soledad es un estigma incombatible pero mitigable. Si existe el destino, depende de Dios, o de la causa y el efecto, o del azar. Si no, de nosotros.
De nosotros.

martes, 17 de abril de 2012

Si durmiera el ocho

Dieron los buenos días a media tarde. El sudor que emana de la humedad primaveral y de la ropa de inverno había mojado todo el cuerpo recordándole una ducha prefijada, y la desproporción de las horas de vigilia lo atraía hasta el lecho con una fuerza ineluctable. Pero el tiempo apremia. Y se va. Y no espera.

Tiempo después, como tiempo antes, las yemas frotan suavemente el terciopelo negro de la chaqueta, ya viejo y corto, y recuerdan, en lo profundo de uno, casi dos décadas de rito. Algo cae, dentro, y se escapa un suspiro de nostalgia anticipada, presagio de una ausencia. Entonces se abre una ventana y el alma llora en silencio.

Como el rezagado eco de un pasado distante, de nuevo suena la música, tocan los brazos, pesan las cargas, deslumbran las luces, imponen las nubes… Y se va otra vez, similar pero igual en esencia. Se va con el tiempo; se va a la nada. Y nos lleva...

-“¿Y si el tiempo también perdiera algo, como nosotros le perdemos a él?
-Tal vez se pierda a sí mismo, porque no puede volver sobre sí.”

Y llueve.

martes, 27 de marzo de 2012

Teseracto

 Pablo Picasso. Paisaje con un puente. Imagen extraída de:http://www2.ups.edu/faculty/velez/Orfeo/span202/Lindy/bridge1909.jpg

Eran dos que se decían poemas, sin verse. La noche se extendía a golpe de imprecisas manecillas y el día llegaba antes de hora, tirando de los párpados, hundiendo los cuerpos en sus lechos. La noche, aunque lata y encantada, no daba sueños.
Un poema decía así:

Melancolía,
el burgo que soñamos,
la plaza de amor,
quedara en las nubes;
lo olvidó mi corazón.

Otro, la repuesta, como sigue:

No hubo sueño,
que libres nos portara
a burgo en cuestión
mas si lienzos que pintar
de calles y ventanas
de fuentes y campanas
que en la vigilia
cantaran nuestra plaza.

Aunque acaso fueran dardos como de cazador, los poemas, sinceros, se confabularon con los hados escribientes y causaron tres ciudades. De las tres, cada una era distinta, con sus avenidas, sus casas, sus templos, sus miradas; y aún las tres eran la misma.

Urbe sagrada
vestigio del pasado
allende el cielo
no te veo, ni siento,
mas te intuyo, tras los sueños.

viernes, 23 de marzo de 2012

Amarillo

Se difumina el bosquejo, algo atrás. Las líneas, como encantadas por la melodía de un punji, emergen siseantes del papel y nos envuelven, distintas, asombrosas. Ahora no se pensó, pero se disfruta más, si cabe, que si se hubiera vaticinado, o que si hubiera sido tal como ideamos. De pronto llueve una cita, y por ella brotan en las entrañas nuevas sendas, nuevos ritos, horizontes paralelos; o se improvisa una acción, e ignorando los ladridos del gigante moralista, se bebe de la fuente ofrecida, del presente que él nos da.
El antes carboncillo en filas es ahora la cordialidad de una flor que se ve marchita pero que desborda vida por los surcos de su piel; es la casa amarilla de la esquina, abuelo; es la delicadeza de un amor desesperado que irradia luces; es un rostro atávico que cruza por delante, un momento; es la sombra de una mujer que envejece veinte años en lo que duran quince pasos; es el azar, la sorpresa, la ilusión, la nada que quiere llenarse, inundando mi cuerpo hasta los dedos, desbordándose por la fina membrana que son mis yemas hasta plasmar libelos, de música, de pintura, de vida, en alguna pared, también con sus ladrillos, con su historia, con su final...

domingo, 18 de marzo de 2012

Tan lejos

 Venus y Júpiter desde las afueras de Turín. Foto de Stefano de Rosa. Imagen extraída de: http://stefanoderosa.com/2012/02/25/moon-venus-and-jupiter-over-the-avigliana-castle/

Penden, y brillan, dos borlas del velo. Se ven amantes separados por la fatalidad. Y no dejan de serlo, mas no como se espera; una desea al otro, y el otro se ama a sí.
Coqueta, ella se contonea a fin de provocar; él, ufano y orgulloso, hincha su pecho brillante forzando viejos esplendores.
Son Venus y Júpiter. Tan lejos, tan distintos, perdidos en la inmensidad del reflejo del mar. Y a la vez tan cerca, ahí, tras el muro de la indiferencia.

Bajo el ritual paseábamos por los puentes improvisados que tiende una conversación. Sólo un rato. Tú, al otro lado del río, eclipsabas con tu luz el firmamento y hacías de mí un amante deslumbrado que gozaba enajenado; que olvidaba, apenas cuanto dura un instante, la aflicción de la distancia. Allá arriba, metafóricos, ellos dos nos recordarían que por muy cerca que estuviéramos, siempre estaríamos lejos.

Un amigo, en su lejanía, en su indefinición, en su ensimismamiento, vale una vida. Pero tú vales la eternidad que mereces.

domingo, 11 de marzo de 2012

Claroscuro

Allá abajo, cada vez más lejos, van las luces del ayer, copos de nieve inertes manchados con mi sangre. 
Cuando me asaltaron servían a un ecléctico suburbio americano al que habían amputado sus raíces. Recorriéndolo, de paso, pensé en las mías, adheridas a una tierra ardiente cuarteada por la aridez, y al fin vi que hubo tiempos en que ellas no estaban, tiempos en que las horas eran más largas y la muerte o el pasado no existían.
Me susurra la brisa del cavilar desbocado que aquellos tiempos sin pasado son ahora el mío, mar llovido, huésped y capilla de aquellas luces en procesión que apenas son ya vagos destellos en el horizonte.

martes, 6 de marzo de 2012

La sombra que proyecta el Eco.

 Eco y Narciso, Waterhouse. Disponible en: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEijmE258ZPrj_NDYBBhMDDVag6-br9vkiP6795n2Dwbx5JKC59AHDPm-xYFK1VpxSSimMLy3uqyuxDJgs6kcBTizBDPdIrXzkufyPb4sx9V638RaFBbzRB1-zmnTWnYnfCbCH31GbGRXjQ/s1600/Waterhouse-Echo_and_Narcissus.jpg

Ausente, con esa inconsciencia que hace la monotonía, comprimes el cigarro sobre la moqueta gris que cubre el cenicero. La otra mano, cuyo codo hace de cimiento, soporta obediente la cabeza ladeada, tierra prolífica de cabellos que emanan, supongo, un aroma de rosas. Pende de la siniestra tu pierna derecha, montada con abuso sobre su hermana, gesto florido, hipnótico, muy vuestro. Una marabunta sin rostro alguno hace su camino a la vera del tuyo, pero lo ignoras tanto como lo que pudo haber sido. No me ves, por tanto, llamarte con ternura desde el mirador de la silla de en frente a la puerta de tus ojos. La mesa es cuadrada, azul... ¿lo ves? Tócala, siente su rugosidad acariciar las yemas de tus dedos mientras sube por tu piel el cosquilleo de la sensación. Es real, sí. Olvida todo lo que suponemos, olvida la historia, vuelve a aquél ser marginal que sufrió el amor careciendo de la otra mitad. Apártate del tedio, del hastío de la ceguera crónica, y mírame. Estoy. Quizá no aquí, ni ahora. Pero sí en otro lugar, en otro tiempo. En otro posible que se quedó en eso. En otro universo donde lo posible son mis manos llorando letras y lo real, un servidor secando las lágrimas de tu hermosura. ¿Estás tú aquí, impotente al no poder cerrar el grifo de mi alma? Quiero verte, pero mis ojos son mundanos y no trascienden lo circunstancial. Pero prometo, amor, sentirte allá, en el punto difuso de lo contingente donde coincidimos, donde quizá las canciones no terminen y los niños no lloren la pena de sus madres; donde, acaso, se te ocurra pensarme un instante y muera ahogado en las aguas de tu olvido.

Wish you were here, Pink Floyd. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=1VgC6eppxuU

domingo, 4 de marzo de 2012

Déjà vécu


De súbito sentí. Lo sentí. Luces, colores, el murmullo uniforme de las voces… todo se me entregaba con plenitud, permeando allende mis umbrales hasta el tuétano. También la pareja que subía a duras penas el único peldaño de la tarima. No hubo expectación, pero sí un desborde de lágrimas que arrasó con las presas de la indiferencia. Y no fue entonces cuando lo sentí, el momento, el instante, la vida, lo que es, pero quizá aquello destruyera todo obstáculo entre el fondo y lo sensacional. Algo después se me apareció él por sí solo en todo su esplendor, en toda su magnificencia. Desnudo, quedé prendado. Pensé que desde algún lugar y tiempo donde en verdad estaba recordaba todo aquello con tanta intensidad que sentía que volvía a vivirlo. Me supe viejo, acabado, indefenso ante el rodillo de las horas. La nostalgia por aquel momento que recordaba en perfecta simultaneidad con su existencia y percepción inundó mis ojos.
 -Míralo, si se ha emocionado… -apuntó divertida la voz de otro comensal.
-Por enésima vez tengo la oportunidad de vivir este momento eterno –quise responder-. Por enésima vez vuelvo aquí, al ahora, al fluir, a la vida. Por enésima vez me abandona, aburrida, la muerte, ahora acaso sentada en la barra de algún bar, esperando que calle la canción y volvamos, una vez más, a la mar.

sábado, 18 de febrero de 2012

Narciso y el río

 Dust in the wind, Kansas. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=2-I-BhaiTzw

-Siempre andas detrás de una imagen -se dijo a sí mismo.
-Sí. De la tuya.

Nunca me había fijado en mi mano accionando el interruptor. La imagen me pareció ajena, literaria, fílmica; atemporal. Olvidé la superflua conversación capicúa de la que acababa de participar e, inconscientemente, miré por la espontánea ventana. Vi el espacioso patio en una especie de desorden coherente, de caos armónico, que aspiraba con prurito llegar a ser el de la foto. Acaso, ahora que algo ha pasado el tiempo y lo pienso, no sea más que un pulso a contrareloj echado a mi sombra en un patio andaluz. Absurdo; quizá deba retirarme. Pero la foto sigue ahí y aquí la biología. Hace falta una revolución de la materia para alterar la consciencia hasta el punto suficiente, y sus efectos son inciertos. Y no hay tanto romanticismo o vitalismo, y por consiguiente ni tanto valor ni tanta locura. Quién sabe, puede que mejor así.
Mientras, la materia que fuéramos fluye hacia lo que para nosotros es contingente, y nos abandonamos en un decurso aniquilador.
Mientras, el suspiro va callando.

martes, 14 de febrero de 2012

Romancero

 Time, Pink Floyd. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=7t_sAAJXUVs

Un plan más y la papelera se desborda de proyectos frustrados. La canción aún suena, pero es repetida y se sabe que no dirá la verdad. Prensada dentro de un puño está la constancia, impotente ante un destino incierto que depende de la marioneta que mueve los hilos. Totalmente al margen, libre pero torpe, la otra mano ensaya su utilidad como lubricante de neuronas. De pronto suena el teléfono. "Hola, qué tal" y fin del sueño.

Al fin un hombre se reduce a papeles arrugados. A cuerdas mal tañidas. A corazones remendados. A ser menos que las pretensiones de sí mismo. Pero, aún resultando ser menos que sus sueños, es mucho más que sus memorias. Es mucho más.

viernes, 10 de febrero de 2012

In media res

 Las hilanderas, Velázquez. Imagen tomada de: http://www.artelista.com/ypimages/Huge/10/MWM09988.jpg

Las historias suceden todas in media res. En una obra de teatro no hay protagonista que nazca en el desarrollo, y si lo hace, arrastra tras de sí un pasado propio del argumento, la imaginación, la precuela o la obra misma. Hasta el relato del Génesis bíblico, aún en el caso paradójicamente hipotético de que fuera histórico, tiene un "pasado" "x" en la figura eterna de Él, incluso sin haber habido tiempo. Toda historia está dejada por una mano invisible en el seno de otra historia que la incluye, que a su vez constituye otra más grande junto a otras de su misma dimensión. Y así como las historias se integran dentro de otras, nosotros, lo que quiera que seamos realmente, nos integramos en su fuero interno como historia. Y, como ellas, en tanto que somos homólogos, lo hacemos in media res. De repente abrimos los ojos y somos conscientes de un pasado que no recordamos vivir y de un futuro, no diré hipotético (muy pocos tienen la racionalidad suficiente para hacer de su futuro una hipótesis), figurado. Y aunque al final la obra termine, la historia sigue más allá, en la imaginación de cada uno o en la secuela a la que precede. Y eso que no creo en las secuelas propiamente dichas. No porque "segundas partes nunca fueran buenas" -lo cual no es cierto-, sino porque la secuela de una obra no aparece como tal en la mente de los que la integran. Vale que cualquier instante posterior puede ser la secuela del anterior (como de hecho es). Pero si dividimos antrópicamente el mundo en fracciones manejables. Más allá de nosotros no hay fragmentos. Solo todo. Como el que conformarían precuela y secuela. Como lo que creen los personajes.

Andaba tratando de recordar cómo descubrí aquél lugar. Pronto recordé que yo, si algo descubrí, y únicamente para mí, fue algún detalle de él. Si acaso alguna imagen mental. Pero el espacio físico y representativo me lo enseñó mi madre, un día, haciendo tiempo -ojalá se pudiera- por los barrios de la capital.Quizá también en ése otro entonces que relato estuviera descubiréndolo de algún modo, pero quién sabe. Puede incluso que jamás haya ido. Anoche soñé que maté a un hombre por segunda vez. No que lo maté dos veces o que soñé que lo mataba dos veces. Ambas. De madrugada, aterrizando sobre mi cuerpo sentado a un lado de la cama, he pensado que quizá sólo haya soñado una vez que mataba a un hombre dos veces en dos sueños. Quizá con el punto y final de esta glosa solipsista despierte y me extrañe de tan ralo sueño antes de disponerme a matar por tercera vez al mismo hombre.
La mujer seguía en lo alto del pedestal, encorvada sobre el canal circular al que vertía agua interminable. Era como una versión femenina de Cronos rociando tiempo sin parar. Esta vez el antaño florido jardín que cercaba a la mujer me decepcionó por su aridez; el caballo de Atila debió de ser una ola de frío siberiano. Donde siempre, o eso pensé, me senté a leer. Primero el lugar, ya luego un libro. Una paloma dibujó un arco en mi memoria en grácil vuelo desde la espalda hasta no recuerdo dónde. Ante mí, las personas coincidentes desfilaban ignorando proyecciones de mi discurrir.
Leído algo, muy poco, me levanté para abandonar por enésima vez aquél lugar oculto al trasiego rutinario; apenas sombra marchita del lirio blanco del pasado; eco atávico de nanas ancilares para "señoritos"...
La mujer seguía dándome la espalda. Su rostro estaba al otro lado, más allá, quizá en otro entonces. Inferí que era como el nombre de Dios, oculto bajo epítetos inservibles, o como el nuestro, velado tras antropónimos arbitrarios. Me fui de allí satisfecho, pero recordando que no sabía quién era. Me han puesto aquí, ahora también sobre una silla, y no sé por qué. Ni para qué. Ni quién soy. Si soy.
Ya sé que incurro en tautología, pero aún no lo he superado. Que un fragmento esté dentro de otro que está dentro de otro, así hasta el infinito, convierte cualquiera de ellos en nada. Y aunque los fragmentos sean artificiales, tampoco su ausencia explica un principio y un fin. Y sin ellos no hay absoluto. Sin ellos no hay nada.
Somos historia.

En este momento, tengo la sospecha personal de que el universo no sólo es más extraño de lo que suponemos, sino más extraño incluso de lo que somos capaces de suponer.

John Burdon Sanderson Haldane

jueves, 9 de febrero de 2012

"Another day in paradise"

 Miracle drug, U2. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=MvtRJicd7sw

Permeando inservibles capas de ropa, el frío, no saciado con mis manos degradadas, cala mis huesos hasta el tuétano. Aunque, dada la situación, para mí eso es algo anodino. Aproximadamente son las tres de la tarde y el Sol, ligeramente escorado hacia el oeste en su apenas iniciado descenso, baña de matices y destellos las hojas de árbles y arbustos. Induzco, ahora que recreo aquella vicisitud, que los coches que no veo ni me importan hacen un ruido embrutecedor ante el que nada puede hacer el ditirambo de los pájaros. Lo que siento, alma a desbordar, es "La Misión" de Morricone filtrándose por mi piel y el cosquilleo de mi nuca que provoca. Una pincelada impresionista y casual surge repentinamente en la profundidad. Su color rojo, al principio no más que una mancha, se gradua progresivamente hasta definir la forma que yo deduje al segundo. La forma de quien me dio la vida. Y la de su sonrisa, filón que colma los huecos baladíes que dejó mi alma al desbordar. Aún suena "La Misión" cuando me quito los auriculares y se difumina el instante con la banalidad de las palabras, las cuales cometen el imperdonable crimen de preterizar el momento y convertirlo en un recuerdo. Osea, en una ilusión. Aunque quizá sea demasiado atrevido insinuar que el instante no lo sea.

Después, la disposición de los platos sobre una mesa redonda, la tonalidad castaña de la estancia, el olor a arroz, el sonido en la distancia de un huevo al batirse, como percusión de una estérea melodía anónima que envuelve el momento; U2, la vegetación insurrecta, el ocaso desparramando tonalidades por doquier...

En todo ello veo otro desborde: el del bote de pintura de algún Artista surrealista. Pero quién sabe. De lo que estoy más convencido es de que hablar del paraíso terrenal es incurrir en plenoasmo; el paraíso es terrenal. O eso, o a veces estoy muerto.

viernes, 3 de febrero de 2012

El visor

 Chicos en la playa, Joaquín Sorolla. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Joaqu%C3%ADn_Sorolla_002.jpg

Parecemos ser dos, aunque en el fondo creo que somos más. Sea como fuere, si dos o en adelante, ansiamos el todo con la avidez de una manada de lobos hambrientos. Quizá alguno más que otro, pero algo tan obvio resulta redundancia retórica.
Aunque por mal vicio cavilamos hasta la obsesión, somos de esos a los que una simplicidad renuente con el hábito les parece un milagro divino. Quizá por eso los dos (o los que seamos) amemos tan enajenadamente la espontaneidad de un suceso inesperado, tanto, que nos engañamos a conciencia trazando planes sin sentido que de ningún modo puedan cumplirse y den, con sus fracasos, en una situación impresionista; o nos dejamos llevar por el oleaje circunstancial hasta tener que decidir qué rumbo seguir en adelante. Nunca fallamos. En todo bar hay siempre una servilleta donde poder urdir un plan improvisadamente. Y en toda calle un espacio donde entonar palabras que evoquen la ilusión de un futuro contingente. Así empezó todo.
Se propuso como destino posible un lugar decapitado. Quizá la ausencia de competencia hizo que decidiéramos tácitamente ir allí. La travesía, que tuvo que ser en tren, se dio por una vía que bordeaba la costa en la que crecimos los dos (o los que fuéramos). Ella cantaba aficionada bajo un baño de Sol; a nuestros oídos llegaban los destellos atemporales que entonaba; en nuestros ojos, pasados por espejos, se reflejaban detenidamente presumiendo de brillantez. Casi lloramos.
La estación donde bajamos quedaba sobre una colina que, suave, descendía hasta taparse con la mar. Hasta ella quedaba un entramado amalgama de calles que no dudamos en beber. El paseo nos dio un lienzo sobre el cual pegamos recortes de otros lugares, como reminiscencia de un cubismo surrealista. Pasado un tiempo llegamos a un pasillo de bancos y palmeras. Allí quedamos absortos en el dialogo que evocaba el cosmopolitismo de una ciudad turística. Nos parecía como si Europa no fuera solo una idea.
Por un desvío a la izquierda descendimos hasta las frías dunas de la playa invernal, donde grupos de jubilados hacían ejercicio o tomaban los rayos de un Sol rezagado. Nosotros nos tumbamos entre la mar y la barrera de granito sobre la cual desfilaban las palmeras y la personificación de Europa. En irregular vicisitud, el silencio se dormía por la nana de un diálogo casual para más tarde despertarse por el sueño de un posible cuadro de Sorolla.
Caminamos, esa vez también fisicamente. Después de cierto tiempo llegamos a los pies de una enorme peña bautizada que subimos conducidos por la intuición. Arriba, bajo el cielo, encontramos el visor. El visor era un lugar y un momento en el espacio y en el tiempo donde y cuando veíamos. Y vimos la mar, y la amamos tanto como a las demás (y esta nos ignoró tanto como aquellas). En su embaucadora belleza nos perdimos por horas y, ensoñados, perdimos la noción de la realidad.
Ya después, de vuelta, olvidados de todo por el cansancio, la banalidad se sentó con nosotros y nos hizo pasar un buen rato. Pero nada como la mar hinchada por la altura. Nada como un horizonte que nos huya. Nada como la lucha entre los párpados y el Sol, como el olor a salitre, el vértigo bajo el pecho. Nada como pararse a ver.

lunes, 30 de enero de 2012

Sueño compartido de un puente

 Pintura de Jackson Pollock. Disponible en: http://mezcolanzas.wordpress.com/2011/02/08/jackson-pollock/

Sin paraguas, la lluvia artificial me atraviesa en ceremonia rutinaria. Los automatismos interiores, expresados en lo visible por multitud de relojes y máquinas de vapor, ignoran más si cabe la inminencia de su nueva derrota.
Tan pronto como el son del agua penetra por mi columna, las hormonas sacan a bailar neuronas y comienza la vida, donde los colores y los sonidos trazan formas con capricho. Calla el daimon, se apagan las velas y cesa el ritmo de la tuna. En la 'caída' de la memoria los relojes se derriten. Los números se voltean en danzas callejeras. Solo existe el fenómeno; el frente y su dinámica. Ni antes, ni ahora ni después; ni aquí, ni allí, ni allá. Ni cuándo ni dónde. Sensación.
Anaxágoras lo pensó; Borges lo escribió; Pollock lo pintó. Los tres lo soñaron.
El universo en un instante. El universo en un punto.
El aleph.

viernes, 27 de enero de 2012

Capicúa

 Detalle del Infierno de la obra "Jardín de las Delicias", de El Bosco. Disponible en:https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi37g66BobK-31rsfC__ciG4aI4mT8KuBgeVMXuM_ANXILua7A9nkkrYbdCz1goeq8aSi3u21Wm6TuG-HuXZ7hPIQgQsnN6WPrDrH1RAaKsp31C9dtuBwUCJ3-3yucDGHNwAuXEr7RAzTtx/s1600/El+Bosco-Jardin+Delicias-Infierno.jpg

Atrás el Gran Pórtico, franqueado ya el umbral con permiso excepcional de San Pedro, un hombre se plantó frente a Dios. Éste, cuya esencia omnipotente, omnipresente y omnisciente debe ser obviada por las exigencias narrativas, alzó la vista de todo y le vio llegar, con su paso artificial, con su mirada vuelta hacia sí, con su alma más que etérea. Debía ser rechoncho, con tez rosada y el pelo corto con claros más allá de la frente, aunque yo no lo sé mejor que Dios, que, además de saberlo todo, lo vio llegar y plantarse enfrente, una vez más.
-Ah, tú otra vez -dijo, como si realmente le hubiese sorprendido, con una voz envolvente que manaba de las profundidades de la eternidad.
Un hombre frunció el ceño.
-¿Otra vez? No, debe usted de haberme confundido con otro.
-No importa. Habla.
-Verá, resulta que estaba yo allá abajo, ya sabe, en la Tierra, en la vida, y, tras un enorme error que cometí…
-Tienes al de abajo frotándose las manos –interrumpió Él divertido.
-Sí, bueno… -un hombre titubeó- Como le iba diciendo, hice algo que no debía haber hecho, pero lo hice por desconocimiento, por ignorancia; si hubiese sabido lo que pasaría después de hacerlo, ¡demonios! –un hombre se avergonzó y sus mejillas se tiñeron de un color rosáceo- ¡Oh, perdón! Qué falta de respeto… -al fin se recobró y se dispuso a proseguir- Bueno, como le decía, si hubiera sabido de antemano lo que más tarde pasaría… En fin, ya sabe, no lo hubiera hecho. -Dios le miró fijamente, invitándolo sutilmente a que continuara con su retaíla de imprecisiones repetitivas- Así que, tras cavilar durante mucho tiempo sobre ello, llegué a la conclusión de que, si las personas cometemos errores, no es por malicia, sino por desconocimiento. Y se nos pena con el castigo eterno y los tropiezos vitales, como si fuésemos culpables de nuestra ignorancia…
Llegado a tal punto, con más nerviosismo que decisión, un hombre miró por primera a vez a Dios a los dos pozos sin fondo que son sus ojos y prosiguió:
-¡Y usted lo sabe todo! Es decir, usted es omnisciente ¿no? Usted sabe lo que va a pasar siempre y, aún así, nos deja a la merced de nuestra ceguera y nos culpa de chocar contra la pared. –el tono de un hombre había ido subiendo a medida que fue argumentando, emocionado por su propio discurso- ¡Eso es injusto! ¡Es usted un insensible, y un...!
Un hombre miraba fijamente a Dios con el rostro enrojecido. Dios le mantenía la mirada, impasible, con la misma expresión de superioridad y diversión que mantuvo durante toda la exposición. Un hombre sintió desvanecerse sus impulsos de valentía conforme fueron pasando los segundos y poco a poco volvió a cobrar conciencia de dónde estaba y con quién estaba debatiendo. Una sensación de terror y arrepentimiento amenazó con colmarle, pero reunió fuerzas como jamás había sabido que podía y mantuvo cierta calma. Finalmente, tras lo que hubieran sido unos minutos de existir el tiempo más allá del firmamento, Dios habló:
-Oh, cuánta razón tienes. Durante toda esta eternidad he sido un mal padre que ha dejado caer una y otra vez sobre el barro a sus propios hijos. ¡Qué pensaría el mío si aún me viese! Pero juro solemnemente por mí que pienso cambiar. De ahora en adelante, seré un buen Dios y erradicaré todo el mal que haya sobre y bajo el Cielo –un hombre no daba crédito a lo que estaba escuchando. Su rostro estaba pálido, y ni sus párpados ni su boca daban más de sí-. Y empezaré mi enmienda contigo. Dime ¿qué puedo hacer por ti?
Un hombre abrió la boca pero fue en vano, pues de ella no salió ni una palabra. Estaba atónito, no podía creer lo que acababa de escuchar. Después, haciendo gala de su recién descubierta templanza, volvió en sí y dijo:
-Pues, mire, ya que lo dice, creo que lo más justo para mí sería que me dejara repetir mi vida desde el principio exactamente igual, ahora que sé las consecuencias de mis actos.
Dios le observaba con atención. Aquel hombre, tal y como había previsto y supo desde los albores de la existencia, había cambiado su perspectiva sobre la situación; ahora creía ser el claro dominante y tener a Él, al todopoderoso, al omnipotente, a su merced. Se divertía como nunca.
-Muy bien, me parece justo -concluyó.


Miguel siempre había sido el favorito de Él. O al menos eso pensaba. Una vez, o quizá muchas, un ángel se reveló contra Él en defensa de su libertad y su individualidad y Miguel se encargó de que sus vasallos lo expulsaran del Empíreo y lo confinaran en el Infierno, el antiguo proyecto fallido de Dios.
Miguel, que venía de haber estado pensando durante un rato cómo agradar por enésima vez a Dios (ignorando, una vez más, que sin un bocado del fruto del manzano de los jardines del Señor no lograría pensar con racionalidad), lo encontró ríendose a carcajadas en su lecho de nubes.
-Mi señor, perdone mi insolencia, pero no recuerdo haberle visto jamás reír con tal esmero. ¿A qué se debe tanta alegría?
 Dios calló de repente y recobró su expresión neutra e imperturbable.
-¿Alegría? No, Miguel, Dios no siente alegría. Ni miedo. Ni dolor. Dios no siente absolutamente nada.
Un destello de pena, como el brillo de una moneda al fondo de un pozo, como una estrella fugaz, como la vida de un hombre (quién sabe, como una humanidad) se consumió efímero en lo más hondo de sus ojos.
Y hubo un silencio. Acaso nunca hubo otra cosa. Miguel se sintió incómodo y pensó que fue un error haberle preguntado aquello a Él, al todopoderoso, al omnipotente. Dios, quizá compasivo, quizá aburrido de tanto protocolo, decidió contarle a Miguel porqué reía.
-Me has visto reír, Miguel, porque un hombre viene apresurado a mi presencia dispuesto a exigirme una explicación de por qué permito tanto mal y tanto sufrimiento en el mundo si puedo cambiarlo cuando quiera. ¿Tú que opinas, Miguel?
-Que sus designios son inescrutables.
Dios soltó de súbito una carcajada. Todos sus ángeles le parecían un puñado de pusilánimes mentecatos, pero estaba claro que Miguel era el peor de todos. Por eso era su favorito. Seguidamente, continuó:
-Me has visto reír, Miguel, porque el pobre ignorante me exigirá que le de la oportunidad de rehacer su vida de nuevo. ¿Y qué piensas, Miguel? Yo soy un Dios justo y considerado con sus criaturas, de modo que cederé a sus ordenanzas.
En el habla de Dios se dejó notar cierto tono jocoso. Miguel frunció el ceño, confundido.
-Disculpe, Padre, pero no comprendo qué le produce tanta diversión.
Dios guardó silencio. En realidad, Dios solo habló una vez, y fue mientras hubo existencia y por lo que hubo existencia. Entonces, en el incierto y más que dudoso momento de la eternidad en el que Miguel y Dios dialogan, Dios no deja de cantar en ningún momento la barroca melodía del Ser, pero las exigencias de la narración, como ha sucedido durante todo el relato, me obligan a recrear términos como tiempo, silencio, espacio, donde y cuando no los hay. Entre versos, Dios suspira teatralmente y reconsidera si hubiera sido mejor hacer el tiempo finito.
-No recordará nada.

 Pasada una eternidad o al mismo tiempo, que son la misma cosa, Miguel, que no había comprendido qué le parecía tan gracioso a Él, al omnisciente, resolvió contarle algo que le reconcomía desde hacía un tiempo.
-Padre, ¿recuerda al hermano Lucifer?
Dios le dedicó su atención de nuevo.
-Sí. ¿Qué sucede?
-He oído que piensa "revelarse" ¿Qué quiere decir?

miércoles, 25 de enero de 2012

La flor del yermo es una calavera sobre un prado.

Llegado un día un hombre soñó un prado, y en él la florida primavera bailar al son de las campanadas del mediodía. Aquel prado de aquella primavera fue su ideología y una rosa amarilla erigida en el cielo, su ídolo.

Llegada una noche un hombre soñó un yermo y en él el polvo de la muerte bailar al son de las campanadas de la medianoche. Aquel yermo de aquel invierno fue su pesadilla y las cenizas de una calavera, su obsesión.

Pero un día ambos estares se encontraron. Entonces aquel yermo de aquel invierno desenvainó su desastre y acometió contra aquel prado de aquella primavera, que interpuso el Sol entre el caos y su existencia para deshacer la ofensiva.

Un hombre perdió su pesantez y, elevado sobre el mundo, vio el absurdo y ordenó que bailaran. Entonces ambos obedecieron y danzaron hasta fusionarse y separarse intermitentemente, siendo formas nuevas y repetidas.

Un hombre, que es cualquiera, tuvo alguna vez dos sueños separados en el tiempo que fueron uno alguna vez, porque un hombre, que es cualquiera, es un fluido dinámico en el que nada es absoluto y toda ilusión de lo absolto, mezcolanza. Porque un hombre, en tanto que fluido, es nada.

martes, 24 de enero de 2012

Hoja de papel

 Linkin Park. Requiem. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=p_QApP7jtbU

Haciendo camino en alguna parte el deseo por una paloma sesgó el cielo. Se gestaba entonces el crepúsculo. Veleidoso, mi pensamiento alzó el vuelo y siguió a la paloma para ver el mundo. Para ver. Y por él vi el tiempo, y el epígono que somos, y el que serán nuestros hijos. Vi una huérfana nostalgia romántica por lo medieval cuando no lo era, y vi también, en la distancia de los tiempos, su reencarnación por el hoy cuando ya no lo sea. Vi lo absurdo de una historia tautológica y la necesidad de una conciencia crítica. Clamé al cielo la resurrección de Ortega un domingo cualquiera, pero entonces vi que el cielo era una hoja de papel sesgada por una paloma enajenada. De su herida llovían serpientes como lágrimas. Una vino a caer a mis brazos y me miró a los ojos con dos ópalos que se querían abrir y dar al mundo lo que guardaban tras de sí. Yo curioseé por la hendidura esperando ver las nueve musas y vi un dios asustado por mil soles.
Fue entonces cuando habló la serpiente, pero su voz no salió de su boca sino que llegó de todas partes y de ninguna. Yo supe que esa voz no había sonado porque no podía ser pretérita. Supe que esa voz sonaba en el profundo lago de la existencia desde los albores de la eternidad y que sonaría hasta el atardecer en el que los tiempos descendieran por el horizonte.

-Sólo es la ilusión de un recuerdo. Como la paloma que ha cortado en dos el cielo.

Pero sus ojos no podían mentir con tanta solemnidad como su voz. Enmascarado de lucidez, la dejé caer porque pensé que la serpiente no era más que un mito desfasado. Incrédulo, observé cómo, tras dar con el suelo, se enroscó sobre sí misma y creció hasta formar un hermoso y cetrino manzano. Como en un sueño en el que olvidas de súbito el pasado fui a coger una manzana que saciara un hambre repentina, pero aquel manzano no las daba. Aquel manzano engendraba espejos. Espejos ovalados que reflejaban el panorama surrealista de mi estancia. Espejos ovalados que reflejaban un pensamiento volar errático tras una paloma alienada. Espejos ovalados que reflejaban la visión de la visión de una visión en la que era yo.
Y me vi. De pie, quieto. Y en mi rostro dos ópalos hendidos. Y en ellos, el fuego de mil soles.

sábado, 21 de enero de 2012

Aedea

 Atenea junto a las musas, Frans Floris. Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Frans_Floris_001.jpg

Al principio silencio, y luego su potencia al infinito hasta ser. Como vergel que brota de una sola semilla. Como un mar que emanara de un solo llanto. Como un mundo de un solo Sol. "Como", "como", "como"...
Ya siendo, la existencia sucedería de estar sujeta al tiempo y ocuparía de estar sujeta al espacio; fluría de ser mundana. Como lino trenzado. Como lluvia sobre estanque en calma. Como el viajar caprichoso del humo. "Como, "como", "como"... Algo así.
Como Dios. Algo así debe ser la música.

jueves, 19 de enero de 2012

El fado del silencio.

 Imagen estraída de: http://kinder-music.blogspot.com/2011/02/john-cage-y-su-433-minutos-de-silencio.html

Hace tres noches ya que escuché el silencio.
Fue a mi oído derecho, no sé si por una razón que se me escapa o como simple pincelada indiferente de la diosa del azar. Pero me cantaba. Silente, cómo no. Apenas el susurro lejano de un mar de otro tiempo; caracola cámbrica afónica por la eternidad que nos separa.
Y al poco empecé a verlo. Era mar, como escuché. También silente, cómo no. Muda misiva inquilina de una botella errante. Como el pentagrama en blanco fruto de un compositor turbado.
¿Y qué fue Dios, sino un compositor turbado? Jamás mojó la pluma en el tintero. Caminó pensativo por su vergel radiante, empachado de perfección y seguro hastiado de su soledad eterna, hasta que tuvo un pálpito creativo. Mandó a los ángeles traer tinta, papel y pluma y con su tardanza debió de impacientarse la musa, que allí plantado lo dejó.
En la bastedad infinita de la eternidad, un instante cualquiera es igual a nada. El tiempo, el espacio, nosotros; papel en blanco en manos de una impotente omnipotencia. Eso fuimos. Eso somos: no ser.
Y de su creación, solo un ser lo sabe. Y, por saberlo, es tanto el más sabio como el más humilde.
El silencio. Quien me lo dijo.

martes, 17 de enero de 2012

El beso de Alba

En atípico invierno también amanece.
Lo sabe el gallo, que sonroja al cielo ya desnudo de estrellas. También los viejos, que componen las aceras con románticos versos.
Entonces, orondo, el artista se descubre y viste los árboles con traje de luces. A ellos van casuales, ensoñados, los pájaros como pañolada que pide rabo y dos orejas.
Cuando llego yo, absorto, quiero concederlas, y ser ellos, y ser los árboles, y el gallo, y su canto, y hasta el verso de los viejos. Quiero serlo todo y para todo y fundirme en la eternidad de un instante.
Pronto una ninfa me lleva al sensual baile de brisas y olores, de notas y colores. Me embriaga la vida hasta el éxtasis. El tiempo abandona mi mano y me pierdo en la volputusidad. De repente, el Sol se erige y aniquila las sombras.
En atípico invierno también atardece.