domingo, 4 de marzo de 2012

Déjà vécu


De súbito sentí. Lo sentí. Luces, colores, el murmullo uniforme de las voces… todo se me entregaba con plenitud, permeando allende mis umbrales hasta el tuétano. También la pareja que subía a duras penas el único peldaño de la tarima. No hubo expectación, pero sí un desborde de lágrimas que arrasó con las presas de la indiferencia. Y no fue entonces cuando lo sentí, el momento, el instante, la vida, lo que es, pero quizá aquello destruyera todo obstáculo entre el fondo y lo sensacional. Algo después se me apareció él por sí solo en todo su esplendor, en toda su magnificencia. Desnudo, quedé prendado. Pensé que desde algún lugar y tiempo donde en verdad estaba recordaba todo aquello con tanta intensidad que sentía que volvía a vivirlo. Me supe viejo, acabado, indefenso ante el rodillo de las horas. La nostalgia por aquel momento que recordaba en perfecta simultaneidad con su existencia y percepción inundó mis ojos.
 -Míralo, si se ha emocionado… -apuntó divertida la voz de otro comensal.
-Por enésima vez tengo la oportunidad de vivir este momento eterno –quise responder-. Por enésima vez vuelvo aquí, al ahora, al fluir, a la vida. Por enésima vez me abandona, aburrida, la muerte, ahora acaso sentada en la barra de algún bar, esperando que calle la canción y volvamos, una vez más, a la mar.

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