miércoles, 29 de enero de 2014
Aire
Resuena Air. Moon Safari. Escucho ése disco desde hace semanas, sin cansarme. Su melodía suave y su ritmo templado mecen mi alma como las olas de un río; sus vibraciones, como el cuerno de un tren en Girona. No lo noto; como el tren, pasa dentro, debajo; in-somnio. Quizá ahí resida su gracia. La mía.
viernes, 24 de enero de 2014
Pasaje
He decidido leer los libros ignorados de mi estantería. Me resisto a llamarla biblioteca, a pesar de la presión de la influencia de cierto erudito. Me resisto a la erudición, como actitud; sospecho vanidad, egolatría, bajo ella. Por supuesto, me resisto a mí mismo; cierto erudito, me refiero a aquél, no pudo ser arrogante. También me resisto a creerlo. Como todas mis decisiones, quizá como las de muchos, puede que pierda vigor en unos días; acaso tras descubrir un pasillo nuevo en la biblioteca, si a ésa se le puede llamar así; acaso, cuando llueva un nuevo nombre. Hasta entonces, y a partir de entonces, me dejaré abrir, me dejaré salir; entrar; crecer...
Cuánta, cuánta pretensión...
Cuánta, cuánta pretensión...
lunes, 20 de enero de 2014
El agua de Rosetta
Además de otros episodios que no recuerdo, anoche soñé que paseaba por una calle, a la izquierda terrazas de heladerías, restaurantes o cafeterías, repletas de gente, un tumulto del que sobresalía un guiri de pie, debatiendo en su lengua con los de enfrente, y esa lengua resonando por todas partes, en escenas perdidas como reflejos marinos. Sonaba perfecta, coherente, no el barbarbar/blablabla de los ignorantes que pretendemos imitar una lengua que no entendemos. Aquella era una lengua con aparente sentido, como si en mi cabeza, además del español, el valenciano y un poco del inglés, se hubiera grabado otro idioma, acaso el esloveno, acaso el estonio, acaso... ¡el gaélico!
No sé qué decían esas personas, o esas sombras de personas. Me fascina y me entristece saber que soñé una conversación lógica en una lengua ignorada y que esa conversación, y la posibilidad de reconocer ésa lengua y de entender la conversación misma, se haya perdido.
Lo real maravilloso
En el pantanoso cuarto donde habito existe una biblioteca con cientos de libros. Tamaña colección, negligentemente, no contiene todos los libros de la habitación; se sabe que hay dos volúmenes ocultos en puntos insospechados del recinto. Se ignora si el número es mayor; se ignora, también, el nombre de cada libro, siendo potencialmente cualquiera (incluso alguno de los títulos de la biblioteca). La inferencia es que ese par de volúmenes es, potencialmente, todos los textos literarios existentes, que incluyen los desaparecidos (en potencia reencontrados), los que están en gestación (en potencia, tomados sus bosquejos por la autora del equívoco) y los que aparecerán (en potencia inminentes). Lógicamente, mi dormitorio es una biblioteca infinita de dos apartamentos: uno físico, con un número determinado de libros desordenados en lejas y anaqueles; y otro virtual, con todos los libros del espacio-tiempo envueltos en papel anaranjado. Sólo ella puede resolver la aporía; sólo ella sabe los nombres. Mientras espero a desvelarlos, desvelado, sueño que alguno es el extinto segundo Libro de la Poética de Aristóteles, las páginas muertas de 2666 o la vetusta versión italiana de Seis personajes en busca de autor.
15 de enero de 2014
martes, 7 de enero de 2014
El túnel
En línea. Extraído de: https://www.youtube.com/watch?v=z1k1s9n16fs
viernes, 3 de enero de 2014
La Biblioteca de Babel
Hay un armario en el segundo puerta uno del número 67 de la calle Cortázar que contiene una biblioteca infinita. Cada dos o tres meses lo abro por sus medianas hojas de madera y siempre descubro nuevos nombres; títulos y autores que no habían estado ahí en ninguna de las anteriores ocasiones y que, además, resultan oportunos, pues están relacionados con mis pensamientos o actividades. A pesar de que cada dos o tres meses me lleve dos o tres libros, el armario siempre está igual: medio lleno. Mis abuelos, que moran en la susodicha vivienda, no han abierto ése armario, desde que se mudaron, más que para limpiar el polvo que descansa sobre los dorsos y las tapas, a los que oculta de un leve, inolvidable, velo; y los demás, primos, tíos, padres y hermanos que transitan por delante de él, apenas saben que existe. Es una maravilla superviviente, infiltrada por las juntas de la gran torre de ordenador, y no quiero que la dinámica de éste, fría y decepcionante, desvele su borgiano misterio de Biblioteca de Babel. Hoy, que es (y fue) cualquier día cada dos o tres meses, me ha regalado Cantos de Vida y Esperanza y una novela de Theóphile Gautier, que tengo aquí delante, latiendo.
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