La noria gira, pero yo estoy en pausa, confuso, sobre la cubierta de un barco a la deriva llamado Rocinante, bebiendo Chivas y oyendo el eco rasgado, lejano, casual, de Jelly Roll Morton; cauterizando heridas crónicas del alma y evocando atavismos. El temporal de fuera metaforiza el de dentro. Inquietos ambos (o el único, pues quizá sean el mismo), veleidosos. Ocasionalmente clarea y respiro la calma de la tregua en el "1, 2, 3, 4, 5 y ¡6!" de una niña en la escalera o en el regalo de un amigo que me aviva. A mí y a la Llama. ¡Oh, Dios! Una eternidad de esas que duran un momento en una mirada correspondida. No hay Zeus que resista eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario