viernes, 31 de mayo de 2013

pandemia

Supongo que esto está mal, como todo lo que sea no mirar hacia arriba y clavar los ojos en la lámpara del techo, la copa de las palmeras o la repisa del edificio de enfrente. Pero qué le vamos a hacer, algunos se te pegan como las frases hechas, como las coletillas, impregnándote como el mal olor y sorbiéndote la vida como las peores sanguijuelas. Con lo bellas que son esas flores de ahí, que yo lo sé, que yo lo veo, y lo cálida y lumínica que es esta música, que es U2 cuando quiere; con lo increíble que es el momento en todos sus sentidos, perspectivas, detalles y recovecos más recónditos; con lo bello, increíble, singular, que es vivir. ¡Lo que pesa el pecho! Carajo, ojalá pudiera estarme quieto. Si no es por ella. Si no fuera por ella. O por ellos. O por la cara de la moneda. Claro, qué agudeza. Divago, y malamente. Los cojos también andan. Y los ciegos también viven. Los estados en guerra existen. ¡Seremos idiotas! Como una pescadilla mordiéndose la cola, pero Alive and Kicking, nada de postureo. Vete a la mierda, Bukowski. ¿Eso querías, no? Vete a la mierda.
Dios, Padre, no consigo amar siempre. El peor pecado, el peor pecado. Perdóname, perdóname, perdóname. Que tu Gracia me devuelva la paz.

lunes, 20 de mayo de 2013

Amanece ahora, que lo es todo

Ahora parece que, como en Insomnio, esa gran película de Nolan, la Noche pase desapercibida y el atardecer se transforme, sutil, disimulado, secretamente, en un amanecer invisible, en un amanecer que está en el aire, en el estor subido, como un velo apartado, como un telón corrido; en la piel, en la ligereza del pecho, en las silentes horas, en la música compartida. Todo lo demás es ruido

domingo, 19 de mayo de 2013

Disincronía

Quizá, si hubiera sucedido este año, quizá, tal vez; no digo que no; probablemente. Probablemente sí. Pero entonces, hace un año, más o menos, era diferente. Yo venía, volvía, y quería otras cosas, otras. Era pronto aún. Venía de algo y necesitaba otro algo distinto. Pero las cosas llegan cuando llegan. O estás o no estás. Eso es indiferente. Joder, qué tarde. O qué pronto. Pero bueno, como dijera aquél: la vida no se elige, se vive. Puede que sea verdad. Pero me siento fuerte hoy. Hasta creo que puedo ser capaz de elegir. Aunque no sé qué. Elegir, digo. ¿Sí o no? ¿Es este año diferente? Quizá. De alguna forma sí. Siento, ¿no? Es un matiz importante. Oigo. Oigo ese eco melódico, esa promesa onírica. Ese canto de Sirena. Y, joder, joder, cómo suena. Con razón vivimos. Con razón vivimos.

jueves, 16 de mayo de 2013

Como por resquicios

La Noche cae como un telón de terciopelo con alas de murciélago y ojos cóncavos de calavera del desierto.  Estoy bien. A veces no hay que mudarse de casa para cambiar de aires; basta con moverte unos centímetros a la derecha o a la izquierda del teclado o de las huellas, o con inclinar un poco la cabeza, como mirando por encima del hombro, y ver lo que hay más allá de la abismal eternidad de la rutina o del gris industria del adoquinado, como si la realidad fuese como La Noche, un telón, pero arrugado y viejo y con resquicios ocultos por donde colarse para ver La Calle, como en El mundo de Juan José Millás. La vida es una maravilla, por Dios.

miércoles, 15 de mayo de 2013

La Sirena


Carajo, qué imagen. Si es que es bonita como ella sola. Cantos de sirena, Gonzalo; déjate, déjate que nos conocemos de lejos. Escucha esa guitarra, apura esa botella, dale vida a ese libro que aguarda ahí, como haciendo cola sobre los demás; que todo eso va bien, acalla. Y saber acallar es una virtud entre las virtudes. "¡Y no!" que diría el padre. Con lo que desgasta el ruido... estamos como para negar un chato, o como para negarnos a un atardecer de estos de primavera, entregándonos a la cancerígena desidia. Déjate. Eso son cantos de sirena. Pero cómo suenan.

jueves, 2 de mayo de 2013

El burro que emerge de noche de La Noche

El Estado. El estado en que me encontraba aquella tarde. Y aquella noche. Y la otra. No quiero recordar. Qué momento. Había olvidado. ¿Por qué lo hacemos? Vuelvo a saber, y por eso ahora recuerdo, que es lo mismo, lo que puede hacer un atardecer acariciando tu rostro un día cualquiera de abril, o de mayo, o de primavera. Y sólo eso. Y The Doors, o un concierto de pájaros, o un vino a ciegas. O una mujer. O La Mujer. Y también los Grandes Apuros con un amigo desde siempre. O el dulce amargo de un capítulo breve de Rayuela o de Bukowski. Cuánta razón, Nota.