domingo, 31 de marzo de 2013
Fuego
Aire. Necesito algo donde vomitar. O alguien que me escuche. Qué menos. Uno tiene que salir solo. Hacerlo por su cuenta. Ser independiente. Ser libre. Fuerte. Con recursos. Historia. Pero qué va. Naces y mueres, en esa muerte nocturna que no cesa y que cada vez es más agónica, rodeado de ausencias, de brazos etéreos, de abrazos ficticios. Y con la necesidad ineluctable de coger una mano y apretarla y decirle "por qué" e inclinar la cabeza y dejarla caer sobre su hombro y llorar, sin consuelo, sin perdón, sin más, porque ese es el consuelo y esa es la remisión, ni más ni menos. Pero no hay hombros hermanos en el infierno. No sería el infierno. El de cada uno. No hablo del auténtico, el cristiano o el africano, el de los diamantes de sangre. Hablo del interno, el que no se explica, el que se desconoce, el que prende un día y aniquila despacio pero intenso. El horror.
martes, 12 de marzo de 2013
Mierda por el suelo
Ya entonces, en los ajenos tiempos en que descendía a los aseos donde hasta el más pollo era un gallito y me aguantaba la lengua como me aguantaba la mierda, miraba sin verlo el miedo en las baldosas húmedas de agua y orín. Tantas vidas después como ha dado el tiempo, ese miedo bajo de olor a vinagre y reír cruel que entra por el culo resuena en el pecho henchido de los gallos como rezuma en la piel africana de mis manos, como si mis ojos asiáticos estuviesen hundidos en una charca de cemento, mis oídos sin tiempo vueltos hacia una caverna de ecos y mis brazos y piernas impregnados de una mierda que no seca.
domingo, 10 de marzo de 2013
Inútil digresión
Go to sleep, Radiohead. (En línea) Extraído y disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=W-XynViVN3E
Hay una historia de horas vanas, de momentos vacíos, de impotencias inútiles, que se prolonga desde los tiempos del recuerdo hasta el más inmediato pasado. Como aquel niño turbado que renunciaba al tedio de la cama en una noche de insomnio y caminaba, cabizbajo y quejumbroso, hacia el templo de la madre, yo también siento la pasividad vigilante de mi cuerpo alterado. Mañana, por hoy, será un día largo y trabajoso en el que tendré que pagar, también como haría, mucho tiempo después, tantas veces aquél niño, mis deudas con el tiempo; y sin embargo, aquí estoy, frente a la ventana, minimizando deberes académicos, deberes vitales, y, a diferencia de aquel niño que creció, sin saber hacia dónde mirar para ver las estrellas. Y sin irme a dormir.
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sábado, 2 de marzo de 2013
Aunando interminables
Aún no se ha vaciado por completo la verde papelera que hay al lado de mi cabezal y ya le ha caído el primer carozo roído de manzana. Aún no se ha cumplido una semana desde que bajé la cabeza y eché a correr delante de la rutina hacia el sabor de agua de la displicencia y ya me ha dado alcance a causa de mi habitual condescendencia. Aún soslayan mis ojos, heredando una atención agónica, los pasos perdidos de veinte años de soledad. Y lo que pesan en el pecho.
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