jueves, 27 de julio de 2017

Carne de perro

Edimburgo está ahí fuera, al otro lado de la ventana, al otro lado de mi vida. Y yo en mi habitación, anegado en este trabajoso trabajo; y dentro, como tanto tiempo, de mí, con los ojos vueltos para adentro; mirándolo todo y viendo, como mucho, poco.
Han sido dos meses largos como vidas. Veo los primeros días, con aquella gente de Lleida tan bien educada, la capilla Rosslyn, Vueling robándonos tiempo; como a través de un vidrio traslúcido hecho de años y mundos. "Si haces cosas, pasan cosas". Han pasado tantas que han multiplicado el tiempo. Lo cierto es que no es este el que nos hace. Es la historia, son los hechos. El tiempo es solo el espacio donde nos ocurre todo. La mesa donde se tiran los naipes.
No sé cuán fuerte soy. A veces más, a veces menos. No sé cómo debería ser. Si un torero o un bravo. Si sacar el capote o la espada. Todavía no sé quién he de ser. 
Pero aquí empiezo a ver claro quien soy. 
Mañana, como cada día, me echarán a los perros. "Primera línea de infantería". "Carne de cañón". Pero siento el pecho henchido. Los nervios duros como cabos. Que vengan, que los estaré esperando. No por aquellos ni por nadie. Ni por deberes ni por mi palabra, que tanto guardo. Por mí, por volver a medirme, por orgullo, por vieja honra, por mis cojones.

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