lunes, 22 de junio de 2015

Lamentos

Tu ausencia no es mero no verte. Es no tener brazos, es tener arena. Es no tener entrañas, es tener el abismo; es caer sin pausa hacia un agujero insondable que me absorbe. Es, nube, no ver el cielo, sino un techo con goteras; agujeros por los que te atisbo. Es coger un libro y ver hormigas; escuchar música y oír ruido. Es no tenerse uno; extrañarse del propio cuerpo. Es angustia, sin más. Es, como un beso de sacarina, que la comida sepa demasiado. Es que el agua no sacie. Es como ser un regular; es como que existe Dios. Es haber perdido, haber perdido; haber fallado, es ser el delantero apático arrepentido, el flagelante impotente; el ángel caído, sin alas ya, que no puede subir; es ser el que nace en el Infierno y guarda el Limbo, junto a los sabios, y suspira por la luz que resplandece desde las alturas, como una reminiscencia de la gloria de sus ancestros. Es lamentar tanto, tanto...

lunes, 8 de junio de 2015

Más fuego

Hablando de inolvidables. No, no puedo olvidar; quiero decir que no debo, y por eso no quiero olvidar. He de recordar siempre quién puedo llegar a ser, qué puedo llegar a hacer, hasta dónde puedo bajar. Recogería la parte de tu dolor, si fuera posible distinguirla, que corresponde a mi ceguera, a mi ignorancia y a mi desvergüenza, y me la tragaría para digerirla yo, no tú, que no lo mereces, ni por tus errores, pocos pero graves. No por evitar la culpabilidad, que quizá sea más pesada que el propio dolor; no merezco la disculpa. Sino por evitarte a ti el gélido fuego que te está matando.
"¡Cuán ciego he sido!", me decía no mucho atrás. ¡Cuán gilipollas! ¡Cuán cobarde! Me digo ahora. Despreciable, ruin, mezquino. Faltan palabras. Y también sobran.
Lo siento, simple pero insuficientemente. Ojalá lo sintiera de verdad y no tú, ángel inocente.