Extraída de: http://pfbc-cbfp.org/docs/news/Nov2010-Jan2011/Un_Paysan_sur_le_Lac-Tchad.jpg
El lago Chad, que dio nombre al país, fue un lago inmenso. Alguien nacido en los años 50, sin embargo, ha podido ver cómo su vida se ha ido secando a la par que sus aguas. No pretendo conmover a nadie con manoseados ecologismos; simplemente lo lamento en lo hondo del alma, como quien llora la muerte de alguien sin clamar venganza. No sólo es un lamento: a menudo he comparado la eternidad con la vida de las aguas o de las montañas, que ya estaban el día en que nacieron nuestros abuelos y que seguirán estando la noche en que nos apague la muerte. Supongo que no es un pensamiento extraño; un saharaui que no ha cruzado el desierto puede concebirlo como un espacio infinito y otro que nunca ha salido de él puede creer que siempre ha existido. Yo, que sé que cuanto me sostiene es una circunstancia reciente y precaria, sentiría como si el suelo se hundiera si de pronto desapareciese. La idea del Apocalipsis no debe de ser muy distinta de lo que sienten ahora aquellos hombres y mujeres nacidos en los 50 y que han visto, sin poder hacer nada y ni tan siquiera comprenderlo, su mundo secarse.
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