Munch, El grito. Extraído de: http://www.intereconomia.com/sites/default/files/user_pictures/files/munch_el_grito.jpg
Dormía inquieto sobre las dunas el único hombre de aquél islote. El siseo acompasado de las olas que viajaban corriente abajo y el incesante susurro de las caricias que daban a la tierra al pasar lo había arrullado días atrás, sumiéndolo en el sueño. Ajeno al hombre, el cielo, como desconsolado, lloraba sobre la cumbre de una montaña distante, y pronto el río en el que estaba el islote cabalgó soberbio y apresurado, hendiendo más profundo la tierra y arrancando de su piel pellejos de roca que, al descender a la altura de la pequeña isla, transformaron en golpes las fluviales caricias. En la lejanía del sueño el hombre parecía compadecer el sufrimiento del peñasco, que tanto recibía la percusión del torrente como los deshechos que iba olvidando. Cuando la tormenta amainó y el río se apaciguó, el islote había cambiado su forma.
No mucho tiempo después el hombre abrió los ojos. Entre la confusión del despertar y el espesor de la niebla pudo atisbar, con asombro y dolor, su cuerpo puntualmente hinchado y lacerado.
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