viernes, 29 de junio de 2012

Necrológica, sostengo.

Si el océano fuera mensurable, si cupiese en una crónica la eternidad, habría rodado un mes el reloj de arena que lanzamos aquella tarde de primavera lombarda.
Tres éramos, casuales pero generalizantes en una trinidad tan azarosa como análoga de la omnipresencia divina, epígonos del infinito tres. Soñábamos que éramos y que nada más había, acaso vislumbrando. Tras una niebla inextricable yacían, en la eternidad de lo pretérito, las razones y azares precedentes de aquel instante. Habíamos llegado a aquel punto del universo (ilocalizable realmente aunque con mucho de alpino en el prejuicio) sin saber cómo y como si lo hubiéramos sabido.
Bajo nuestros pies latía tenue la Tierra. La magmática sangre de la madre apenas llegaba a aquella dorsal, no obstante la vida era frecuente, y no obstante Dios lloraba. Abajo, en lo profundo de la superficie, donde se siente, donde se vive, en el Limbo liminal de vida y muerte, de vida y sueño, del pasivo y el activo... Porque no vivimos ni en la estela que deja el vuelo de un gorrión ni la ilusión que fabrica el corazón, dentro; vivimos en la piel; abajo, en el fondo del valle, un lago de lágrimas de un Dios veleidoso, de un Dios mudante. Yo arranqué con las uñas de mi felicidad un puñado de arena del granito que nos soportaba, y se perdió entre mis dedos húmeda de mis lágrimas.
Uno de esos granos de arena sería yo, retornando a aquel instante en otro, cayendo ladera abajo, chocando contra el vidrio, húmedo.

Un instante, aunque perdido en el océano de los recuerdos muertos, fue en su momento. Y en él, un rostro eterno en algún lugar ha muerto por dos veces. No se llora por la muerte. Se llora por el olvido.
Ha muerto un rostro.

miércoles, 20 de junio de 2012

Moneda al aire

Los elefantes, Salvador Dalí. Extraído de:  http://tierradesinnombres.files.wordpress.com/2011/06/dali-art-salvador-dali-459218_1024_768.jpg

Péndulo de un zepelín acelerando, el reloj de arena da vueltas y la noche, hora corta, hora larga, se hace día. El sueño, el sinónimo de cansancio, inmoviliza el cuerpo como un ancla sin que desde la cofa se haya avistado tierra. Desde lo profundo, ineluctable, el surrealismo brota con vehemencia y alimenta la falla limen con el ego.
Hay un espejo en frente. Está empañado. Dionisos y Apolo, como el Sol y la Luna, pasan la mano sobre él, desvelando, decubriendo, creando...

viernes, 8 de junio de 2012

Destellos en el horizonte penetrado


Ready to start, Arcade Fire. Vídeo extraído de: http://www.youtube.com/watch?v=9oI27uSzxNQ

Se han perdido con los vientos. Antaño fue, y valió, pero el carozo de un fruto no alimenta. De los escombros resultantes de la conflucencia inextricable de la vida brotan tallos de hoja perenne, imperecederos, que serán los cimientos naturales de un nuevo amanecer. Quizá del verdadero. O del primero. Ahora lo veo, acaso ciego, en el relucir de un horizonte evocado. Y en el muelle bajo mis pies el mascarón de proa de una carabela vacía me dice con su canto que suba. Que zarpe.
Acaso el fin del ocaso. El salto de la noche. La inminencia.

martes, 5 de junio de 2012

Colateral. Requiem por los años muertos.

Te asomabas de nuevo, entre el visillo nebuloso que cerró tu espalda hace ya tanto. Volviste, creo que con otro rostro, a ese reclamo en sonrisas de los ojos, en contoneos de cadera, en siseos de los brazos. Pero ahora, si tu faz es nueva y renovado tu poder, mis muros están abajo y te doy la bienvenida. Pasa, siéntate a mi vera, cuéntame dónde has estado, o mejor, no lo hagas, no me hables, sé. Aquí conmigo, a pesar de lo que dicen las fotos, casi me siento mejor. Me noto más yo, más entero, más completo. Ya no faltan, si alguna vez lo hiceron, las pútridas raíces de mi tronco que al suelo me fijan cuando estais aquí, ni el haz de luz que penetra en el universo por la herida abierta de esa puerta.
No más guerras.
Sed, como veais, como os dé, lo que os toque. Ahora me toca a mí revertir los ojos y llegar al fondo, allá abajo, en el tiempo perdido, y ser al fin.