Siempre sintió que, entre engranajes, ancoras y barriletes, criaturas fantásticas infestaban el mundo. Que brujas, demonios y fantasmas insertaban, espontáneos deus ex machina, la magia, a veces blanca, a veces negra, en su vida. A fuerza de desventuras, de noches mayúsculas, de años y leguas, ha descubierto El Figura, acaso por azar, uno de los velos que cubre la faz siniestra del mundo: no hay criaturas fantásticas. Sólo cine y una mano, la suya, accionando el mecanismo que proyecta sus imágenes. Y cantos rodados de antiguos ríos bajo los pies.
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