Edimburgo está ahí fuera, al otro lado de la ventana, al otro lado de mi vida. Y yo en mi habitación, anegado en este trabajoso trabajo; y dentro, como tanto tiempo, de mí, con los ojos vueltos para adentro; mirándolo todo y viendo, como mucho, poco.
Han sido dos meses largos como vidas. Veo los primeros días, con aquella gente de Lleida tan bien educada, la capilla Rosslyn, Vueling robándonos tiempo; como a través de un vidrio traslúcido hecho de años y mundos. "Si haces cosas, pasan cosas". Han pasado tantas que han multiplicado el tiempo. Lo cierto es que no es este el que nos hace. Es la historia, son los hechos. El tiempo es solo el espacio donde nos ocurre todo. La mesa donde se tiran los naipes.
No sé cuán fuerte soy. A veces más, a veces menos. No sé cómo debería ser. Si un torero o un bravo. Si sacar el capote o la espada. Todavía no sé quién he de ser.
Pero aquí empiezo a ver claro quien soy.
Mañana, como cada día, me echarán a los perros. "Primera línea de infantería". "Carne de cañón". Pero siento el pecho henchido. Los nervios duros como cabos. Que vengan, que los estaré esperando. No por aquellos ni por nadie. Ni por deberes ni por mi palabra, que tanto guardo. Por mí, por volver a medirme, por orgullo, por vieja honra, por mis cojones.
Recuerdo que era una clase de música y nos tocaba exponer algo de nuestros músicos favoritos. Su vida, su carrera, sus canciones, su temática... Acabo de recordar también que nosotros, que éramos quienes éramos, cantamos "Llamando a la Tierra" de M Clan a coro (debió de sonar horroroso), pero la mayoría se limitó, como adolescentes normales, a componer lo que por entonces muchos querrían llamar collage; es decir, un mural, con fotos y algo de texto explicativo. El de los dos compañeros a los que tanta gratitud les guardo era azul celeste, y mostraba una serie de fotos en blanco y negro de un grupo de varios tíos vestidos de negro. En aquella época aborrecía de todo lo que desentonase, así que cuando abrieron el reproductor para poner el último videoclip de la banda escuché con cierto reparo. Sonaba metálico pero mesurado, y a la segunda vez que sonó el estribillo descubrí que me emocionaba. El grupo se llamaba Linkin Park.
Lo siguiente que recuerdo es que me hice íntimo de uno de aquellos dos colegas. Como muchos amigos, me traicionó un par de veces, pero antes (en realidad, durante, pero yo qué iba a saber) me pirateó la PSP y me metió varios juegos que he de decir que me flipaban en aquella época. Lo cierto es que se convirtió en una rutina ir a su casa, un duplex bastante acogedor a las afueras del pueblo, a escuchar sus lamentables confesiones de amores y desamores y a que me instalara algún juego que otro. Una vez, quizá la primera, me sugirió meterle música a la máquina. Yo elegí varias canciones que él tenía descargadas que a ambos nos alucinaban, y quiero recordar que le pedí, tímido porque no terminaba de creérmelo ni de encajar con lo que era y esperaba de mí, que me pusiera la canción de Linkin Park que habíamos oído en aquella clase de música. Se llamaba What I've Done.
No tengo el talento necesario para describir la canción, ni la poesía. Pero aquello era, joder, la hostia. Quise más. 'Mira' me dijo. Puso 'Given up'. 'No more sorrow'. 'Bleed it out'. El alma se me quería salir. Me emocionaba, pero no de alegría ni de tristeza; sentía que mi interior vibraba con ganas de brotar. Me llevé en aquel aparato todas las canciones que tenía.
La mañana del 20 de julio de 2017 habían pasado ya diez años de todo aquello. Me levanté como cada día sin demasiada alegría, y desbloqueé el teléfono para poner algo de música mientras me vestía. Pensé en U2, en Radiohead, en Arcade Fire (que estaba a punto de publicar album)... no debí de decidirme, porque lo siguiente que recuerdo es que descorrí las cortinas y miré por la ventana, hastiado por tanto trabajo y preocupado por la llegada de un nuevo grupo. Edimburgo estaba gris, como siempre. Volví al teléfono, abrí Youtube y escribí "The Little Things Give You Away", de Linkin Park. Llevaba muchos años escuchándolos de manera recurrente, pero desde que aborrecí el último disco, One More Light, unos meses atrás, apenas los había oído.
Esa misma tarde Chester Bennington se suicidó. Me lo vino a decir mi novia, que me envió un enlace de un diario nacional seguido de dos "joder". Alguien lo había encontrado ahorcado en su casa de California. Al parecer, viejas guerras con las drogas, el alcohol... Y abusos. Algo así decía el artículo.
En los últimos dos años puede que haya llorado 4 o 5 veces. Desde entonces he llorado todos los días.