viernes, 9 de agosto de 2013

De Sol a Luna

Dentro.
Pink Floyd ardía silencioso en el cielo al son de Los Miserables. La lengua roja, gualda y morada de la llama eclipsaba al Sol. The Sun is eclipsed by the Moon. Tras el seto del campo estaba yo, sobre la graba revuelta del bancal, en la tácita rareza de los sueños, vislumbrando una singular eternidad. Una mañana aparte, en otro tiempo, desperté acosado por los versos but the Sun is eclipsed by the Moon y presentí la cara oculta de la Luna de Pink Floyd, el eco morigerado del horror.

Fuera.
La luz descansaba oblicua sobre la cama y sugería una imagen de nuestra manera de ver, tan perfilada, tan relativa, tan claroscura. Los pliegues del cubrecolchón se sucedían ondeantes formando dunas, y, tras ellas, las sombras, The Dark Side of the Moon. En cada instante hay un mundo que no vemos, y que se pierde. ¿Qué es una persona? ¿Qué es conocerla? Acaso el lenguaje sea un senda artificial trazada sobre la montaña del mundo y el sotobosque, la arboleda, los roquedos y canchales queden más allá, ignotos. Quizá la mejor forma de caminar por la montaña sea campo a través, fent camí. Pero yo me había dejado caer en aquel valle buscando la paz, el silencio, el solaz, y salir del camino, más que herir a la montaña y toda esa sarta de adopciones que había esgrimido en la noche, era la aventura y yo estaba cansado y tenía miedo. Como si tuviera sesenta y como si tuviera seis. Pero he visto ondear el agua y la quietud espectante de los muebles y he sentido la carretera, el volante, el cambio de marchas y The Doors. The end. El fin del mundo.


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