No hay lápida más impasible ni epitafio más imborrable que un clásico. Esta conclusión, nada novedosa, se me ha descubierto hojeando una nueva edición de una de las enciclopedias más antiguas: Las Noches Áticas, que Aulo Gelio elaboró, presupuestamente, durante mil y una noches insomnes. Santiago López Moreda anuncia en el prólogo que una lectura superficial de todos los autores mentados por Gelio ocuparía una larga vida de poco más que lectura. El estudio de tantos otros personajes iletrados, como esposas, prostitutas o guerreros, resultaría definitivamente excesivo.
Uno de tantos guerreros fue Lucio Sicinio Dentato. Valerio Máximo, otro polímata todavía anterior, lo llamó Siccio; ambos, Gelio y Máximo, a los que se suma Varrón, coinciden en la enumeración de sus honores. Copio literalmente de la edición de Moreda: "Sobre Lucio Sicinio Dentato, que fue tribuno de la plebe en el consulado de Espurio Tarpeyo y Aulo Alterio, cuentan los libros de los anales que fue un excelente guerrero, más allá de lo creíble, y que por su enorme fortaleza recibió el sobrenombre de Aquiles Romano. Se dice que combatió contra el enemigo en ciento veinte batallas, que no recibió ninguna herida en la espalda, pero sí cuarenta y cinco de frente, fue galardonado con ocho coronas de oro y una de asedio, tres murales, catorce cívicas, ochenta y tres collares, más de ciento sesenta brazaletes, doce lanzas; también recibió el premio de veinticinco arneses de caballo. Obtuvo cuantiosos despojos militares, entre ellos, la mayor parte fruto de combates singulares. Celebró el triunfo en nueve ocasiones con sus generales." Apunta Moreda en una nota al pie que tantos honores "serían excesivos para una legión entera". Sin juzgarlo legendario, es numéricamente comparable a Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, que suman tantos goles como un equipo entero en puestos de descenso. Imaginar un mundo absolutamente ignorante de las dos actuales estrellas mundiales resulta, ilusamente, inconcebible. Acaso también lo fuera para los admiradores de Sicinio, todavía más olvidados que él. No es impensable que su tumba, acaso contemporánea a la de Sócrates, se perdiera muchos años antes de las mil y una noches de insomnio en que Aulio Gelio compuso su enciclopedia. Y a pesar de tanto, no sin los inconvenientes de la ignorancia, dos mil quinientos años después de su muerte Lucio Sicinio Dentato, también llamado Siccio, que combatió en ciento veinte batallas, recibió cuarenta y cinco heridas de frente, fue galardonado con ocho coronas de oro y una de asedio, tres murales, catorce cívicas; ochenta y tres collares, más de ciento sesenta brazaletes y doce lanzas; es recordado en un libro olvidado en una biblioteca vacía de una universidad periférica. Ojalá pudiéramos evocar aunque sólo fuera su altura.